Realidad vs mayoría silenciosa

Share

Sentí la necesidad esta semana en rebatir en 140 carácteres el recurso con el que el presidente del gobierno español y su entorno más cercano intentan protegerse de las masas indignadas. La mayoría silenciosa a la que apeló Mariano Rajoy en Nueva York para rechazar a los indignados del 25-S son un preocupante nuevo síntoma que no entiende el entorno en el que se mueve.

Sorprendió eso de que «la realidad me impide cumplir el programa electoral del PP» pero resulta inquietante el remake 3.0 de la mayoría silenciosa, tras las interpretaciones de Richard Nixon y Charles de Gaulle, en los casos de Vietnam y el Mayo del 68 respectivamente.

Rajoy no debería tener como referentes mensajes institucionales de los años 70. Eso ya no sé si es su propia culpa o la de su aparato comunicativo, más aún en el sentido que ambos casos, no pueden considerarse referentes como ‘casos de éxito’ precisamente. Rajoy, por tanto, en el último tercio del siglo XX mientras nosotros llevamos algo más de una década del siglo XXI. Éste, el siglo de la comunicación; de las redes sociales; de las retroalimentaciones entre emisor y receptor; del tiempo real; este siglo XXI no está hecho para mayorías silenciosas sino para grandes minorías que hablan, comparten y contrastan [en este último caso, menos de lo que deberían].

La realidad de Rajoy es una habitación sin ventanas, austera, sin enchufes ni conexiones. Una especie de retrato de un pasado en la que los medios de comunicación estatales eran determinantes para explicar lo que sucedía más allá de las paredes de esta habitación.

Me da la sensación que ya después de los tristes atentados del 11-M, aquél gobierno de Aznar ya no entendió la realidad hiperconectada que los estaba empujando fuera de la Moncloa a través de SMS. Ocho años después el paradigma comunicativo es más complejo y siguen pensando en convertir la unidireccionalidad del mensaje en un tren bala en el que los viajeros no pueden subir en ninguna estación.

En 2009, pedí a Cospedal que despidiera a su gabinete de comunicación. Empezaban a proliferar las ruedas de prensa sin preguntas, las intervenciones en mítines con producción televisiva de los propios partidos políticos. Es lo que en ese mismo año Juan Varela denunciaba como ‘democracia escénica’. Seguimos en esa realidad, en la que convierte a los ciudadanos en meros espectadores.¿Dónde nos situamos nosotros como periodistas?