La inmediatez convirtió un tiroteo en Munich en un acto más de la ola de terrorismo que invade el planeta. «Como siempre, información en tiempo real suele ser sinónimo de errores en tiempo real», decía Iñigo S. Ugarte, subdirector de Eldiario.es. Ugarte se refería a las falsas conexiones del autor de la matanza en la capital bávara, Ali David Sonboly, con el ISIS. Pasados unos días, se repite un patrón, el de relacionar violencia con salud mental. Los medios en su afán por buscar los porqués, han encontrado en los videojuegos y en el «carácter depresivo» del asesino una justificación de su horrible acto.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a unos 350 millones de personas. Son datos a tener en cuenta y a tratar con especial cuidado.
Este año se ha constituido el ‘Observatori de mitjans i salut mental’ y ya advertía que la «inmediatez puede ser vista como un error sin sentido que afecta a la contrastación de la información», según Joan Vila, profesor de la facultad de Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona. Pero no todo es inmediatez o redes sociales. Hay una cuestión básica de estigmatización de las enfermedades mentales en los medios de comunicación. Así lo refleja el Anuari Alerta Estigma 2015, en el que muestra la correlación entre salud mental y violencia, analizando casi 1.000 noticias de medios de comunicación españoles. ¿Cómo se usan los términos propios de la salud mental como depresión, enfermedad, esquizofrenia, bipolaridad? Los resultados del informe nos advierten que hay mucho trabajo por hacer. Aquí algunos datos sobre estigmatización en los contenidos analizados:
«Si cada vez que hay una noticia violenta, los medios de comunicación estigmatizan los trastornos mentales, lejos de entenderlos como lo que son, la sociedad tenderá a percibirlos cada vez más como un hecho dramáticamente negativo», apunta David Bassa, jefe de informativos de TV3 en el informe del Observatori de mitjans i salut mental.
Algunos ejemplos
En el caso del avión que estrelló el piloto Andreas Lubitz, los medios relacionaron su acción como consecuencia de los problemas de salud mental de Lubitz, que había estado en tratamiento por depresión. El ataque a la redacción de Charlie Hebdo puso París en un estado de pánico y caos, en el que algunos medios de comunicación usaron términos como «psicosis terrorista», de forma reiterada. También se publican algunos testimonios no relevantes que califican a los terroristas como «enfermos mentales».
Por otra parte, un chico de 13 años mata a un profesor e hiere a cuatro personas más en el Instituto Joan Fuster de Barcelona. El mismo día, como señala el informe del Observatori, la consejera de Educación catalana, Irene Rigau, afirma que el agresor podría haber sufrido un brote psicótico. Los medios reproducen esta afirmación sin tener el diagnóstico médico. Este último caso ejemplifica como la estigmatización también puede tener su foco de una fuente oficial.
La estigmatización de la salud mental tiene dos factores principales: el mal uso de los términos que definen los trastornos mentals y la relación de los hechos violentos con la salud mental
Buenas prácticas
La Federación Salud Mental CyL y el Colegio Profesional de Periodistas de Castilla y León han editado una Guía de Estilo sobre Salud Mental y Medios de Comunicación. En esta guía encontramos doce principios básicos, que cito literalmente:
1. Aumentar el conocimiento social
Los medios deben representar la realidad del modo más ajustado posible. No confundir o ignorar los datos científicos y técnicos sobre las enfermedades mentales. Documentarse e informarse adecuadamente antes de transmitir información inexacta o errónea, igual que se haría en cualquier otro ámbito (política, economía, etc.).
Contrastar las noticias institucionales y del mundo médico-científico y potenciar aquellas provinentes de las personas directamente afectadas (personas con enfermedad mental, familiares o asociaciones).
2. Mostrar una visión positiva
Transmitir una visión positiva de la enfermedad mental y de las personas con enfermedad mental. Prestar más atención a las soluciones y menos a los límites. Dar cabida a los ámbitos de integración real: acceso al empleo, buena convivencia, relaciones sociales satisfactorias, programas de atención eficaces, etc.
3. Contemplar todas las facetas
Mostrar a las personas con una enfermedad mental de forma integral. Las personas con enfermedad mental tienen múltiples facetas, igual que cualquier otro individuo. No mostrar las personas con enfermedad mental de forma
unidimensional sino en todas las demás: con los mismos sentimientos, problemas, aspiraciones, con las mismas fuerzas y debilidades, con una vida laboral, familiar, social, sexual, creativa, etc. La enfermedad mental no es una característica global, permanente, ni inmutable.
4. Facilitar información normalizadora
La enfermedad mental debe recibir el mismo trato que cualquier otra enfermedad. La enfermedad mental es una enfermedad más. Mostrar a las personas con enfermedad mental en situaciones normales y corrientes en la comunidad: hogar, trabajo, ocio, situaciones sociales. Presentar la enfermedad mental con naturalidad, al igual que se trata una gripe, un traumatismo o una discapacidad física. Ofrecer una imagen natural y verosímil. No establecer contraposiciones entre persona con enfermedad mental y persona normal. Hay sólo personas que tienen, o no tienen, una enfermedad.
5. Menos compasión, más derechos
Luchar por los derechos y los recursos, no despertar compasión. Evitar una visión lastimera y que despierte compasión. No mostrar la enfermedad mental de forma dramática ni sensacionalista; no recurrir gratuitamente a aspectos emocionales que puedan despertar sentimientos de paternalismo, compasión, curiosidad morbosa, superprotección, distanciamiento, frivolidad, etc. Las personas con enfermedad mental tienen los mismos derechos que cualquier otra persona. Lo que necesitan son recursos adecuados para poder ejercer plenamente estos
derechos.
6. Dejar hablar a los protagonistas
Potenciar la información individualizada y vivencial que pueden aportar las propias personas afectadas, como herramienta para crear una imagen positiva. La proximidad y el conocimiento directo entre las personas ayuda a desmontar estereotipos y prejuicios negativos y falsos, ya que ayuda a ver más a la persona y menos la etiqueta. Las personas directamente afectadas han de participar por sí mismas y tener oportunidades de acercamiento a los medios, sin intermediarios ni intervención de terceros.
7. Desmontar falsos mitos o prejuicios
No propagar y mantener prejuicios y falsas creencias de forma explícita ni sutil. Romper con los conceptos que han acompañado tradicionalmente a la enfermedad mental. No recurrir a las antiguas ideas, creencias, mitos, prejuicios negativos o estereotipos sobre cómo es una persona con enfermedad mental. Muchas de las creencias que tiene la sociedad en general son incorrectas: la enfermedad mental no es un castigo, las personas que la padecen no tienen una doble personalidad, ni tienen por qué ser genios o artistas. No son individuos deshumanizados e irracionales, y tampoco son agresivos. Por supuesto, pueden trabajar, tener hijos… y recuperarse en gran medida de su enfermedad.
8. Alejar la enfermedad mental de la crónica de sucesos
Romper el falso vínculo violencia-enfermedad mental. Una conducta violenta no puede justificarse sólo a causa de una enfermedad mental. Las personas con enfermedad mental tienen la misma probabilidad de cometer un
acto delictivo que cualquier otra. Con un tratamiento integral y un entorno social y familiar adecuado pueden y deben vivir en la sociedad sin que esto suponga un problema para nadie.
9. Cuidar el lenguaje
No estigmatizar a las personas con enfermedad mental con usos incorrectos de las palabras que las definen.
Las personas, sanas o enfermas, son ante todo personas. En muchos casos, la circunstancia de la enfermedad mental no es relevante para la información, entonces no hay motivo para citarla. Si hay que hacerlo,debe evitarse etiquetar a los individuos sustantivando su condición:‘un esquizofrénico’,‘un depresivo’,‘un anoréxico’, etc. De la misma manera que difícilmente hablaríamos de ‘un griposo’, ‘un canceroso’ o ‘un sidoso’. No hacer hincapié en las diferencias, sino en las similitudes entre la gente. Utilizar el lenguaje apropiado para representar a la enfermedad mental. No usar
terminología psiquiátrica en un contexto distinto, y menos aún cuando ésta adquiere un sentido peyorativo.
10. Recordar que la mayoría de las enfermedades mentales son invisibles
Ilustrar las informaciones sobre personas con enfermedades mentales con el material gráfico adecuado. La mayoría de las enfermedades mentales no se perciben físicamente. Los medios recurren muchas veces a imágenes inadecuadas, que muestran síntomas externos de otras dolencias más ‘visibles’. Esta práctica contribuye a mantener la confusión que existe entre diversas patologías. En la medida de lo posible debe aplicarse a la información gráfica todo lo indicado en los puntos anteriores, evitando imágenes extravagantes, que transmitan inquietud, aislamiento social, improductividad o que despierten compasión o rechazo.
11. Presentar una imagen real y positiva de las mujeres con enfermedad mental
Dar voz y protagonismo a las mujeres que tienen un trastorno mental. Tradicionalmente, estas enfermedades se han visto como una ‘debilidad de carácter’, o una ‘culpa’, prejuicios que, en el caso de las mujeres, se aplican con más intensidad. A las mujeres con discapacidad parece negárseles por principio la posibilidad de ser esposas o compañeras, madres, profesionales… y se les tiende a tratar desde la compasión y el paternalismo.
12. Cuidar especialmente los contenidos sobre salud mental en niños o jóvenes
No culpabilizar a familiares ni al propio niño o adolescente de los comportamientos provocados por la enfermedad.
Las noticias sobre enfermedades mentales en la infancia suelen tener un tratamiento inexacto. Por un lado, se tiende a culpabilizar a los familiares de la conducta del niño o del adolescente, o se atribuyen los síntomas de la enfermedad a un ‘carácter difícil’. Por otro lado, en muchas ocasiones se presupone que los niños y adolescentes con tipo de trastornos no son capaces de realizar actividades como el resto de niños. Por todo esto, es fundamental que el periodista consulte fuentes con demostrado rigor cuando se informa sobre este colectivo.
La función social del periodismo
El valor del periodismo está en informar, entretener pero también en tener una responsabilidad social y potenciar la educación. De la misma forma que debemos luchar contra los entereotipos de los refugiados, el periodismo también debe ser entendible y buscar el origen de los sucesos desde un punto de vista profesional sin alarmismos ni estridencias. Contra los estereotipos y la desinformación, integración y pedagogía.