Ryszard Kapuściński advertía (en Los cínicos no sirven para este oficio) que «en el periodismo la actualización y el estudio constantes son la conditio sine qua non«. El trabajo periodístico consiste en «investigar y describir el mundo contemporáneo, que está en un cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario», añadía el genial periodista polaco.
Advertimos el momento de crisis que viven las empresas periodísticas, que se suma a la crisis de credibilidad de la profesión y el debilitamiento del papel de los periodistas en nuestra sociedad. El papel de mediadores de la realidad se está agotando tal y como lo entendíamos décadas atrás.
¿Por qué se agota nuestra función mediadora?
Tecnológicamente han aumentado las fórmulas por las cuales los lectores pueden, no sólo acceder a la información, sino también producirla. Por otro lado, las instituciones han acelerado la integración de protocolos para informar a sus clientes o público objetivo. En ambos casos, el papel periodístico se limita, a veces, a ser puramente jueces de silla de un partido de tenis.
Competencia
Los lectores, por otro lado, se mueven en un ecosistema informativo en el que la superproducción de información ‘commodity’, información con poco valor exclusivo y diferencial, es el denominador común. Decía el mismo Kapuściński en 1999 que los medios de comunicación se movían «en manadas», como rebaños de ovejas. «Por eso, sobre todo lo que se nos cuenta leemos y escuchamos las mismas informaciones».
Por todo ello, si perdemos el papel de mediadores, nos enquilosamos en la información refritada, desconfiamos de la tecnología y nos volvemos más ‘neoludistas’ que nunca, ¿qué nos queda? Nos queda transformarnos; entender la sociedad cambiante y ofrecer nuevos enfoques; llenar territorios donde el periodismo no ha llegado; evitar convertir nuestras informaciones en algo previsible, excusándonos en «el que la audiencia quiere»; evitar la observación constante de la competencia en detrimento de la realidad.
Quizás el periodismo sea la profesión más cambiante del mundo, esa que observa la sociedad y es capaz de transformarse, de ser flexible y de aprender en cada cambio, evitando morir en el intento y la amargura de algunos que no han entendido que el talento no es suficiente para sobrevivir.