Sólo en la región de Kara (Togo) casi 1.000 niños y niñas fueron acusados de brujería en 2013. El Ébola está provocando que los más pequeños sufran una doble pérdida: ser huérfanos y ser acusados de la muerte por Ébola de sus padres. Cientos de niños son acusados en el África subsahariana de prácticas hechiceras y de los males que azotan las sociedades golpeadas por esta enfermedad.
En el caso de Togo, con casi siete millones de habitantes, una esperanza de vida situada en los 56 años y una renta per cápita de 479 euros, se encuentra a la cola del ránking del Índice de Desarrollo Humano (IDH), en el puesto 166 de 187 Estados. La enfermedad y la pobreza incrementan las creencias ancestrales y la superstición. Viudas o ancianos han sido tradicionalmente víctimas de estas acusaciones. Ahora se focaliza en los niños que, a pesar de las legislaciones locales, viven con indefensión por la ley aplicada por los jefes tribales.
Los niños son las víctimas colaterales que los misioneros salesianos están denunciando a través de la campaña Yo no soy bruja. Hay testimonios muy duros para concienciar a la comunidad internacional del peligro que corren los pequeños llamados enfant sorciers. Este documental es el testimonio de lo que sucede en Togo y en otros países vecinos. El impacto mediático del Ébola está cambiando muchas prácticas no sólo en África sino también en Occidente. El corto documental Yo no soy bruja, está dirigido por Raúl de la Fuente, autor de otra película bien premiada con un Goya, Minerita. De la Fuente quiere denunciar esta situación y mostrar los testimonios de niños que han vivido en primera persona las agresiones y pruebas inhumanas a las que han sido sometidos.