Editor’s Choice #21
La caída del Muro de Berlín como símbolo de la caída del telón de acero de los países de la órbita soviética empieza en Polonia un 6 de febrero de 1989 durante las ‘mesas redondas’ en la Sala de las Columnas de Varsovia entre el régimen comunista y la disidencia polaca, especialmente Solidarnosc. Con Lech Walesa al frente, las ánsias de democracia y libertad que se generaron en Polonia, se ampliaron a todos los países de la Europa del Este. Había la posibilidad de hablar, reunirse y discutir cual era el mejor escenario (evidentemente sin elecciones) para canalizar esos anhelos abriendo nuevas vias para facilitar cambios políticos sin violencia. Además, la estructura comunista estaba haciendo aguas y no podía sostener más una economia cerrada.
El primer muro que cayó fue el 4 de mayo de 1989 en la frontera entre Hungría y Austria. Las autoridades húngaras permitieron a sus ciudadanos pasar a occidente y hasta 15.000 alemanes cruzaron los pasos fronterizos. El 23 de agosto se organiza la cadena humana más larga de la historia que unió a Estonia, Letonia y Lituania provocando que el espíritu de mobilización llegue a la Alemania Oriental en forma de manifestaciones como las que se realizaron en Leipzig a partir del 4 de septiembre, todos los lunes al grito de ‘Wir sind das Volk!’ (‘¡Nosotros somos el pueblo!’) en clara referencia al ideal comunista que había quedado pervertido por los órganos gobernantes. El líder de la RDA, Erich Honecker, renunció el 18 de octubre de 1989.
Poco después comenzaron las manifestaciones masivas en contra del gobierno de Alemania Oriental, especialmente la del 4 de noviembre en Alexanderplatz donde se congregaron medio millón de personas. El Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) decidió, el 7 de noviembre, regular los viajes al exterior, facilitándolos. El 9 de noviembre se promulgó un plan que permitía obtener pases para viajes de visita. El miembro del Politburó del SED Günter Schabowski anunció en una conferencia de prensa, retransmitida en directo por la televisión de Alemania Oriental, que todas las restricciones habían sido retiradas y, creyendo que podrían pasar sin ningún trámite al otro lado, decenas de miles de personas fueron inmediatamente al muro, donde los guardas fronterizos no se atrevieron a disparar. Gracias a que las radios y televisiones de la RFA y Berlín Oeste empezaron a difundir el título de ‘¡El Muro está abierto!’, miles de berlineses del este se presentaron en los puestos de control y exigieron pasar al otro lado. En esos momentos, ni las tropas de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regularlas estaban informados. Sin una orden concreta, sino bajo la presión de la gente, el punto de control de Bornholmerstraße se abrió a las 23:00 hrs, seguido de otros puntos de paso, tanto en Berlín como en la frontera con la RFA. Los propios ciudadanos berlineses empezaron la destrucción del muro con todos los medios a su disposición (picos, martillos, etc.). El violoncelista Rostropóvich, que había tenido que exiliarse a occidente, fue al pie del muro con su instrumento y empezó a tocar. Una de la muchas imágenes que nos han quedado para la historia de ese día.