Pongamos por caso que empezáis el fin de semana siguiendo un golpe de Estado en Turquía y os pasáis hasta las cuatro de la madrugada narrando, explicando y escribiendo sobre lo sucedido desde un punto de vista de los medios de comunicación y las redes sociales. Es la medianoche de un sábado, intentando fijaros con los detalles de lo que sucede en el antiguo Imperio Otomano. Hacéis unas cuantas capturas de lo que sucede tanto en los medios de comunicación de ese país como en las redes sociales. Asistimos a un evento de enorme trascendencia en las plataformas sociales como Facebook o Periscope. Tenéis la suerte de compartir este momento con algunos amigos turcos que os cuentan cosas sorprendentes.
Os levantáis al día siguiente con dolor de cabeza por la semana de trabajo y las pocas horas dormidas. Aún así, os sentís orgullosos del trabajo realizado y de cómo lo habéis plasmado en un artículo largo pero intenso.
Unas horas después, a la hora de la cena compartís una buena conversación hasta que se os hiela la sangre cuando veis que en el informativo de vuestro país han usado material del artículo y de vuestras tus redes sociales para ilustrar una noticia. Sin rastro de una cita ni el origen de un mapa capturado en un momento concreto: las 12.16 horas de esa noche pasada.
¿Es extraño, verdad? A todos los periodistas nos enseñaron el valor de la independencia, de la constrastación de datos y, sobre todo, de la correcta citación de fuentes. Sorpresa, estupor, ¿qué habrá sucedido? Sólo quería compartir una breve reflexión de algo que quizás algún día os pueda pasar realmente.
Lo dels mitjans de comunicació massiva i els mitjans socials. Amb @mik1977 i @324cat. pic.twitter.com/0WAvGp1osG
— Josep M. Ganyet (@ganyet) July 16, 2016