Aún recuerdo, cuando tenía cinco años, decirle a mi hermana que no sería escritora porque era muy difícil y, al final, escribir es lo único que me apasiona. Empecé a trabajar en Vocento en una televisión local, donde hice de todo. Pasé por SUR Digital donde nos dieron el premio Andalucía de Periodismo y de ahí regresé como productora y redactora de la televisión hasta el cierre de la empresa en 2008. Tres meses después defendí mi tesis doctoral, conseguí una beca de la European Foundation for Information Society Euroedition y empecé un Máster en Historia del Arte, que terminé con una investigación sobre la imagen de Picasso en la prensa durante la república y el franquismo. Trabajé en el grupo Labcom de la UMA hasta los recortes de investigación. Publiqué una carta de queja en las redes sociales que llegó hasta Montserrat Domínguez, que me pidió colaborar en Huffington Post. andalucesdiario.es me dio la libertad de opinar y trabajar en lo que quería. Después hice una estancia posdoctoral con Carme Ferré en la UAB, a la vez que empecé a impartir docencia en la UOC.
He trabajado en tres ediciones del Festival de Málaga. Cine Español, y he colaborado en medios como Usa Today, Historia y Vida, Washington Post, Yo Dona, Diva, Chic, Tú eres Única, o You. He escrito dos libros infantiles, y guardo dos obras de teatro y tres novelas en un cajón… Después de publicar Herramientas Digitales para Periodistas, lanzaré mi propia web como freelance, con clases especializadas, reportajes, ilustraciones y mi último proyecto, 1000historias.es, donde realizo cuentos personalizados.
Cómo surgió la ocasión de escribir Herramientas Digitales para periodistas?
Surge de varias necesidades, realmente. Por un lado, por mis compañeros periodistas, que muchas veces recurren a mi para resolver sus dudas tecnológicas. Siempre he seguido este tema, pero me daba cuenta de que estaba algo disperso y que lo que había era demasiado teórico y poco práctico, no se conocía bien el resultado que esa tecnología puede proporcionar a la narratividad. Y, por otro, desde el grupo Labcom he investigado desde hace mucho estas herramientas y aparte llevo dos cursos académicos vinculados a la UOC. Evalúo a los alumnos con ejercicios muy prácticos y me daba cuenta que existía un déficit. Lo propuse al equipo académico y editorial de la UOC y lo aceptaron.
También creo que es fruto de estar en el lugar y el momento precisos. Barcelona es una ciudad que me acogió con los brazos abiertos. Desde Carme Ferré en su grupo de la UAB y la UOC. Sin estar con ellos, este libro no hubiese existido. El único sinsabor que tuve es que tenía que acabarlo en tres meses, tenía una situación familiar delicada, y estaba algo cansada porque tenía que entregar una novela a estudio para Planeta, que requirió mucho de mi. Pero tenía recién terminado el periodo de docencia, por lo que tenía muy recientes los puntos flacos de los alumnos.
«Muchas de esas herramientas las conocía por mi trabajo o bien por mis investigaciones académicas en Labcom»
¿Cómo empezaste a recopilar las herramientas de este manual?
Buscaba generar destrezas de trabajo y que el libro tuviese dos lecturas, una más rápida y didáctica y otra más profunda. Añadí el final otra capa más de lectura, con fichas bajo lo que yo denomino “botiquín de urgencia”, que permite saber qué usar con un simple vistazo.
Muchas de esas herramientas las conocía por mi trabajo o bien por mis investigaciones académicas en Labcom. Pero, ante todo, las app de los smartphones me acercaron aún más a este tema. Es muy fácil descargarlas y comprobar por tí mísmo que uso le puedes dar. Y después, siempre tengo como referente a Journalism Tools y a través de Twitter accedí a uno de mis “ídolos”, Nick Garnett, de la BBC que desde el primer segundo fue completamente generoso y atento como pocos. Lo más complicado fue clasificarlo todo… Era una locura, con momentos de bloqueo donde tenía que parar e ir a andar a la playa para evadirme un rato porque no quería un listado sólo. Quería tenerlas todas y a partir de ahí seleccionar las que realmente son prácticas en el ejercicio periodístico, calcular su impacto y posibilidades y eso requería de un tiempo cuando iba a contrarreloj. Además, pude hacer las ilustraciones del libro, se lo pedí a la editorial porque me encanta dibujar y quería dejar mi sello. Me hubiese gustado añadir otros aspectos como códigos qr o más testimonios, pero no había tiempo.
¿Con qué narrativas te sientes más cómoda?
Depende del momento o de la etapa profesional en la que esté. Como comodidad, la narrativa móvil y aquella más vinculada a las redes sociales. Hay muchos periodistas que se bloquean con las redes y para mi han sido la mejor forma de crear comunidad. Después me gusta mucho la narrativa enfocada a fotografías, y en esta línea herramientas como Thinglink con capas de información o Cowbird. Y para textos más extensos, de largo formato, adoro Creatavist.
Más allá de gustos personales, ¿qué tendencias crees que van a surgir a nivel de nuevas narrativas?
Uff…es aventurarse demasiado. No me gusta hablar mucho del futuro, ni ir de gurú, realmente porque aparecen nuevas tecnologías de forma muy rápida que pueden cambiar las dinámicas. Por lo que veo, nos vamos a mover entre las dos tendencias de microformatos en directo (smartphone y tablets) y slow journalism o largo formato. Después de una época de cierre de medios hay una apertura de nuevos comienzos, y quiero estar atenta a lo que hacen… se comienzan a definir, porque no todos pueden aportar lo mismo. El tema está en crear narrativas que diferencien, que especialicen y que resulten rentables. Lo positivo es que estamos ante múltiples formas de enfocar una información, una entrevista, un reportaje. En el libro cito a Picasso como uno de mis referentes plásticos, y creo que el periodismo digital tiene parte de ese cubismo y un factor multisensorial que no se puede dejar escapar.
«Lo positivo es que estamos ante múltiples formas de enfocar una información, una entrevista, un reportaje»
Me encantó la denominación de Churnalism. Explícanos en qué consiste y, sobre todo, ¿aún estamos a tiempo de salvar el periodismo de tanto copy + paste?
Proviene de una lectura de K. Viner, de The Guardian, que siempre recomiendo a los alumnos, al comienzo de curso. Para mi, que le he vivido, fue una pesadilla. Es una de las peores consecuencias de la tecnología: el copia-pega, presentar como noticia una nota de prensa, pero añadiendo unas frases por aquí, otras por allá para retocar y una foto que viene bien. Yo supongo que a algunos, que entran en esta carrera como si nada, no les importará; pero para mí, que tengo un componente de querer disfrutar de mi trabajo, del goce de hablar, de escribir, de adquirir un compromiso social… me mataba por dentro. Cuando trabajaba en un diario digital, allá por 2003, recuerdo llegar un día a la cocina de casa y terminar llorando a mi madre, por una sensación de impotencia. Eso no es lo que yo quería hacer, ni para mí era periodismo. Era sólo una carrera por estar primero, volcar por volcar contenidos, alimentar aquellas páginas pero sin ningún significado más. Profesionalmente, me hacía sentir más pobre. Fue un choque muy profundo para mí y por eso siempre intento reflexionar sobre esta dinámica, para que cada vez se aleje más de las redacciones, pero no estoy tan convencida de que se logre. Yo lo rechazo porque eso lo único que nos hace a todos es ser clones… y me parece horrible.
«Es una de las peores consecuencias de la tecnología: el copia-pega, presentar como noticia una nota de prensa, pero añadiendo unas frases por aquí, otras por allá para retocar y una foto que viene bien»
¿Corremos el riesgo de hablar demasiado de herramientas y poco de periodismo?
¡Por supuesto! Puede chocar porque yo precisamente he realizado un libro de tecnología y muchos me ven como una periodista tecnológica, pero quienes conocen mis trabajos saben que para mi está antes el periodismo. Lo digo en el libro, en las conferencias donde voy, y a mis alumnos: ninguna tecnología del mundo salvará al periodismo si no existe un compromiso o denuncia. Yo hablo de herramientas pero no las concibo sin que exista detrás la función social del periodismo que citaba Chomsky. Y también hablamos mucho del futuro en el periodismo, pero poco del presente. El periodismo es una herramienta de poder, siempre lo ha sido, y como periodistas tenemos una obligación social porque trabajamos con una materia muy delicada, vinculada a muchos derechos del ciudadano.
«Quienes conocen mis trabajos saben que para mi está antes el periodismo que la tecnología»
Cuando comienzo mis clases en la UOC debato con los alumnos sobre la crisis del periodismo y muchos ven en las tecnologías una amenaza. No, la crisis no es tan tecnológica como de credibilidad. Recordemos las portadas con el anuncio del Banco Santander o, mejor aún, las de Coca-Cola tras el fallo del Tribunal Supremo, y todo el debate que genera en las redes y en la sociedad. La mejor forma de que tu noticia no sea portada, es comprando la portada (con publicidad, claro). Y estas se ven como publicidad, pero hay tantas directamente como propaganda o encubiertas.
Yo hablo de tecnología no porque sea una adicta a ellas, ni por asomo.. Ni en mi móvil hay juegos, un día desconecté todas las notificaciones, y creo que soy una de las pocas personas en el mundo no se ha hecho un selfie, así que te puedes hacer una idea. He quedado con muchas personalidades, sobre todo de la cultura, y ni siquiera con ellas me he hecho fotos. Por ejemplo, Montxo Armendáriz es para mi uno de mis mejores amigos, hemos quedado muchas veces y nunca me he hecho una foto con él. No sé, no me siento cómoda, parece que lo estaría mostrando como un trofeo, como algo que he conseguido, cuando para mí esos encuentros aportan tanto que sólo quiero disfrutarlos, y no estoy pendiente a hacerme la foto o no.
Hablo de tecnología en la medida que me ayude a dar voz a un ciudadano, a dar cabida a lo que piensan o sufren “los nadies”, como decía el maestro Eduardo Galeano. La tecnología como adorno o moda no me interesa lo más mínimo. Yo entiendo que a algunos periodistas les guste aprender código. Yo aprendí, el básico, pero yo entré en esta profesión para escribir. Y ahí, me da igual que sea en papel, en digital o en una pared. Intento ejercer mi profesión con honestidad. Yo planteo el tema y las herramientas que puedo usar, pero antes de decidir, recuerdo el tipo de periodismo que quiero hacer. Sé que hay un camino más fácil y promocionable, pero lo esquivo. Siempre tengo por ahí un Pepito Grillo que runrunea y aunque elijo el camino de las piedras, ese es mi camino. Y si me paro, me siento orgullosa de lo recorrido y con la conciencia tranquila. Hay una frase de referencia de Galeano, que tengo como timón en mi vida: “No vale la pena vivir para ganar, vale la pena vivir para seguir lo que dicte tu conciencia”. Y eso es lo que intento hacer cada día.
«Yo entiendo que a algunos periodistas les guste aprender código. Yo aprendí, el básico, pero yo entré en esta profesión para escribir»
Más allá de las herramientas concretas, ¿qué competencias debe tener un periodista en la actualidad?
Para mí, una de las básicas es querer aprender, querer avanzar. Tampoco tener miedo. Y por encima de todas, la lealtad y la honestidad. Kapuscinski lo resumía mejor que yo, en una sola frase: “las malas personas no pueden ser buenos periodistas”, porque debes desarrollar una empatía con lo que te rodea. También dependerá del tipo de periodismo que quieras hacer. El mío es muy comprometido, más social, porque ya hay muchos que quieren cubrir ruedas de prensa, el poder, las voces oficiales, las alfombras rojas y el flash. Pero es una cuestión de elección, ¿eh?
«¿Competencias básicas de un periodista? Es querer aprender y avanzar.; no tener miedo; y por encima de todas, la lealtad y la honestidad»
Tampoco creo que sea bueno ser equidistante… Hay un tema que me gustaría recalcar. Recuerdo aquel reportaje en New York Times sobre la pobreza en España. Inmediatamente, leí muchos mensajes y post (escritos por periodistas) diciendo que era exagerado, que eso no era España y que era mentira, que eso no era periodismo. Pues, perdonen, pero para mí sí lo es, porque no es ficción, es parte de una realidad que existe. Me indignó ese revuelo por un tema social y de denuncia, cuando yo he crecido con reportajes continuos sobre platos gastronómicos que nunca me podré pagar, sobre coches que nunca tendré, ni yates, ni chalets… cosas que la inmensa mayoría de las personas no se pueden permitir, pero que a muchos les puede generar frustración porque genera un deseo material imposible de satisfacer.
La desigualdad no es producto del azar. Y ese reportaje, en su momento, hacía referencia al millón de personas que Cáritas atendía, y recogía testimonios de quienes tienen que rebuscar en la basura y que dependen de la caridad (no de la solidaridad, ojo). Ir en contra de ese tipo de reportajes dice mucho de nuestra falta de ética y de valores profesionales, de esa falta de empatía que mencionaba. Si todos los días los informativos hubiesen abierto con un desahucio o con un testimonio de un parado, quizás tendríamos más conciencia social, quizás conoceríamos realmente el alcance de nuestras acciones… Porque muchas veces me traslado a la pregunta que se hacía Lorca, cuando decía, “¿No te asusta la idea de un mar con todos los peces atados con cadenitas a un solo punto sin conciencia?”. Ese es el peligro.
Hay una tarea de reciclaje del periodista en cuanto a sus conocimientos. ¿Cómo podemos estar al día de los principales elementos a aprender?
Yo tengo la ventaja de estar en el mundo académico, por lo que voy a congresos, leo revistas científicas… eso me hace estar al día de proyectos y de dinámicas efectivas o latentes. Pero como esta profesión es tan práctica, me mantengo muy vinculada con las redes sociales, siguiendo perfiles de interés. En mi caso, tengo mis referencias agrupadas en una lista que repaso muy frecuentemente y de ahí me actualizo. Desde luego, la tarea de reciclaje no cae del cielo, hay que tener predisposición y ser parte activa.
¿Qué le dirías a un periodista que se resiste a aprender nuevas herramientas o nuevos métodos?
No tiene nada que perder. Yo me he equivocado muchas veces durante mi aprendizaje y eso no me hace peor. Y en el caso de los freelance es básico. No le puedo recomendar nada, salvo contarle mi experiencia. Tengo amigos reticentes a las redes, pero yo no las puedo renegar porque me di a conocer a través de ellas y quien ha destinado su tiempo en leerme, siempre se lo agradezco. Tengo seguidores a los que aprecio mucho. Por ejemplo, desde que escribí mi carta a García Lorca en 2013, todas las semanas un seguidor la recuerda, y siempre la RT porque además es una carta homenaje a un ser que adoro y que me ha marcado profundamente y es mi forma de agradecer a ese seguidor esa atención.
«Yo me he equivocado muchas veces durante mi aprendizaje y eso no me hace peor»
Las redes me han permitido también conocer a Olga Rodríguez, a Rosa María Artal, pedir consejo a Pedro de Alzaga, a reencontrarme con Maruja Torres a quien entrevisté terminada mi carrera, me han regalado a un amigo enorme como Montxo Armendáriz… E incluso a veces te sorprenden las conexiones. Acabo de ver una foto del periodista Juan Carlos Ramos, que se interesó por mi libro casi al salir e hizo una reseña, y me lo encuentro con Quico Taronjí, de quien debo ser ya su pesadilla porque intento que se haga con las tecnologías de la mejor forma. ¡Con las redes compruebas que el mundo es muy pequeño! Si me hubiese resistido a adentrarme en Twitter, me hubiese perdido muchas cosas positivas. Hace poco hice una denuncia personal, sobre el sistema sanitario, que me afectaba, y gracias al compañero Rubén Sánchez, entre otros muchos, el tema se convirtió en tendencia, llegó a sus responsables políticos y se solucionó.
«Con las redes sociales compruebas que el mundo es muy pequeño»
Ahora viene la cara mala. En las redes a veces me da la sensación de que existe una “minicensura”. Nunca le digo a nadie lo que tiene o no que publicar porque creo que los muros o timeline son espacios de libre expresión. Afortunadamente mis “incidentes” han ocurrido sólo con tres seguidores, que decían que publicaba mucho de mí. Claro, porque supongo que, quien me sigue, es porque le agrada mi trabajo. Twitter es un “escaparate”. Yo sigo a muchos que están constantemente tuiteando no sobre su trabajo, sino sobre su vida, lo que hacen, dónde compran, un selfie en vacaciones, otro enseñando la ensalada que se van a comer, o el camarero sirviendo una copa… lo respeto, pero ese no es mi concepto de red social, es un espacio más de trabajo, de compartir inquietudes. De la misma forma que si sigo a Juan Diego Botto o a Montxo Armendáriz quiero saber las novedades sobre ellos. Y me da igual que me repitan veinte veces su artículo porque además hay que ser conscientes de la dinámica de la red, y que si tuiteas sólo a las 8 de la mañana, no te va leer todo el mundo…
En cuanto a lo que hay que aprender, ¿vamos a una convergencia entre elementos de producción mobile y de redes sociales?
Sí, por supuesto. Se dan todas las circunstancias que invitan a ello. El crecimiento de los smartphones es espectacular. Nuestra vida gira entorno a él, con una disponibilidad de 24 horas al día. Y todas las novedades caminan en esa dirección. Mira Vine, una integración perfecta como red social y como periodismo en directo a través de Twitter. O el uso que St. Louis Post-Dispatch hizo de repente sobre los incidentes en Ferguson, con el uso de la herramienta Videolicious. O las narraciones con Storify, o que puedas editar una foto con Thinglink y se pueda distribuir de forma directa… Las redes te proporcionan una amplificación, un altavoz de tu trabajo y son gratuitas, no cuesta nada hacer esa integración y aprovecharlas.
Tu libro es una buena herramienta para darnos cuenta que nos faltan muchas cosas para aprender y probar. En cuanto a brand journalism, ¿crees que es una frontera a explorar para los nuevos perfiles periodísticos?
Depende del tipo de periodismo que quieras desarrollar. Aunque los métodos y las formas sean diferentes, es una comunicación corporativa, es una cuestión de marca, de mejora de imagen de la compañía. La marca pone la noticia. Es una forma fácil de llegar directamente al público, sin el intermediario de la prensa. Pero claro, ahí vuelve el dilema moral y ético y depende de lo que cada uno elija… Recuerdo la lectura de una noticia de este tema en El País o en Forbes y claro, al final, un directivo de Coca-Cola mencionaba que sus historias serían de material favorable a los intereses de Coca-Cola. ¿Normal, no? No podría aparecer en ese portal la acampada de los trabajadores de Coca-Cola afectados por el ERE, ¿verdad? A ver… tampoco ha sido portada de la prensa española, y hoy la empresa ha comprado las portadas. Pero ahí vuelve el tema ético y de la empatía. Esas más de mil personas afectadas han vivido en pésimas condiciones, reclamando un trabajo, y luchando por sus familias e hijos. Lo que quiero decir es que debe quedar clara la fuente, el emisor, y diferencia entre la información periodística y la corporativa. Mientras quede clara, perfecto; pero no siempre ocurre. Otro tema será que, al ser compañías muy solventes, puedan desarrollar tecnológicamente formas innovadoras de comunicación que serán interesantes de descubrir.
¿Qué crees que es lo básico que debe aprender un chaval que sale de la facultad con el título en el brazo?
Yo, a mis alumnos siempre les digo que las tecnologías cambiarán, pero sus principios profesionales, no y esos deben ser fuertes y comprometidos. Debe interesarse por muchas otras disciplinas que confluyen en el periodismo.
Pero les diría que estén siempre orgulloso de su formación académica, a pesar de todo lo que le digan. Yo soy lo que soy gracias a que tuve mi título, y con mi cv pude solicitar becas. Nunca he tenido ni padrinos ni contactos, así que era mi única manera de empezar. Y me han humillado muchas veces por estudiar o se han reído de esa condición, cuando yo he luchado mucho por ello. Es muy fácil juzgar y recuerdo varias veces que me han dicho que tenía titulitis y, en mi caso, cada una de mis decisiones estaba justificada. Por ejemplo, mi 9 en selectividad no fue por capricho, sino porque en Málaga las notas estaban muy altas y en mi casa no me podría permitir ir fuera a estudiar. Después, me esforzaba en sacar matrículas de honor no por tener un expediente de lujo, sino porque con las matrículas me regalaban una de las asignaturas del siguiente curso y así también era más fácil obtener beca. Decidí estudiar el doctorado no por titulitis ni por endogamia, sino porque quería seguir aprendiendo e investigar. Nunca fui becaria de departamento y pedí que en mi tribunal de tesis no hubiesen miembros de la UMA. Y después, cuando ya era doctora, hice Historia del Arte por puro sueño, porque siempre quise. Y todo, en el fondo, aunque ha sido duro, me ha aportado mucho sobre la visión del mundo, me ha dejado acceder a libros que nunca hubiese tenido… Es un bagaje único. Y aunque se rían, aunque te digan que no es preciso, al final, aunque sea fuera, lo valoran. Aquí se reían de mi tesis, pero en cambio en Nordicom (Noruega) o el diseñador Mario García me escribían interesados. O que a raíz de este libro me incluyesen como única experta española en herramientas, en el especial de JournalismTools.
Y en segundo lugar, saber que siempre hay que seguir aprendiendo. Me indigna escuchar a reputados periodistas decir que después de la universidad hay que seguir estudiando, como una queja… Es algo que solo veo en los periodistas. En cambio, ahora que casi vivo entre hospitales, no lo escucho en los médicos, ellos tienen asumida esa formación continua. La universidad es solo un punto de partida. Lo que me parece horrible son las situaciones empresariales que denigran al periodista. Yo recuerdo que cuando me dieron mi carta de despido, comenté… “En tres meses defiendo mi tesis doctoral, sobre Internet y periodismo”… porque sabía que iban a potenciar el área de Internet. Tuve una negativa y después colocaron allí un compañero que me confesaba que no sabía cómo abrir Internet Explorer. Y quien empiece en esto también tendrá que aprender a defender sus derechos. Yo mucho tiempo lo ocultaba, pero después me di cuenta que yo no tenía que sentir vergüenza de ello, porque yo no era la que dejaba sin cobrar a los trabajadores, o les pedía trabajar gratis, o pagaba 450 euros por 8 horas de trabajo, en plena bonanza económica.
Las herramientas cambian, pero la conciencia y actuar conforme lo que siento es el único patrimonio que me queda. Muchos alumnos me pregunan por qué sigo a pesar de las circunstancias… La parte creativa e informativa de esta profesión es la que me hace seguir aquí. Esta profesión me ha dado malos momentos, pero siempre me regresa esa sensación de plenitud de conseguir objetivos, como cuando entrevisté a Pablo Iglesias y me dijo que si Podemos se presentase como partido sería una estafa, u otras mucho más gratas, como hablar con Ian Gibson o con Juan Diego Botto, cuando le “hablé” a Lorca en mi carta, cuando localicé en California a una descendiente de los malagueños que emigraron a Hawái en el 1900, o cuando hablé con el gremio de los panaderos y me descubrieron muchos secretos… todo eso te enriquece. Y esos pequeños pero grandes momentos son los que me anclan a la profesión, ya vengan temporales duros o incluso un tsunami que me lo haga replantear todo. No sé a qué puerto llegaré, pero quiero seguir navegando por esta travesía, como digo citando a Pessoa en la dedicatoria de mi libro. Y, a quienes estén a punto dejar ese timón, les diré que lean mucho a Galeano y recuerden esta frase: “Si me caí es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas”.
2 Comments
Como periodista en paro, gracias por tus palabras Ana Isabel Bernal, me han despertado la ilusión.
Te comprendo más de lo que piensas, Cristina. Graciaa por tus palabras. Tenemos que resistir, siempre 😉