Los siete pecados del periodismo

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El optimismo que predicamos en este blog nos permite identificar cuáles son los motivos actuales para mejorar el periodismo y el ámbito de la comunicación actual. Hay que observar volviendo la vista atrás que Thomas Hobbes popularizó eso que «el hombre es un lobo para el hombre» (Homo homini lupus). Así, haciendo este paralelismo clásico, ¿y si el principal peligro del periodismo fueran los propios periodistas? Hoy mudamos el optimismo en realismo profesional.

Indentificamos algunos problemas en la profesión periodística actual. A veces no tengo claro la capacidad para revertir estos procesos, aunque la pura reflexión siempre nos puede ayudar a avanzar. Lo que sí creo es que podemos simbolizar estos problemas a través de los pecados capitales que aparecen en la ‘Divina Comedia’ de Dante Alighieri y advertiremos en algunos la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia. No podemos ni queremos dar lecciones morales ni deontológicas sino transmitir aquellos aspectos en los que el periodismo puede evolucionar. ¿Cuáles son los siete pecados del periodismo?

1. La influencia política

Las relaciones entre periodismo y política han sido fundamentales en la corta historia del periodismo moderno. Ambos se retroalimentan y se buscan contínuamente, aunque los niveles puede que sean tóxicos para un ámbito y otro. Semanas atrás analizamos la relación entre política y periodismo a través de la ficción: Borgen y House of Cards han sido el pretexto analizar la relación entre periodistas y políticos. La lujuriosa erótica del poder es demasiado fuerte para algunos periodistas, que buscan en la influencia política un objetivo fundamental en la publicación de información. La clase política, por su parte, han inundado los medios con sus declaraciones, contradeclaraciones y poniendo el debate fast food político en las tertulias televisivas.

Lo cierto es que la confluencia de caminos o el conflicto de intereses sobrepasa el ámbito político. Y es que las vías de financiación pasan a menudo por actores económicos, sean bancos o fondos de inversión, que muy a menudo también son parte de la actualidad o, en muchos casos, del silencio mediático.

2. Incomprensión ante los cambios sociales y económicos

Por tanto, la crisis en el modelo de negocio de los medios de comunicación sólo es una parte del problema de los medios de comunicación en la actualidad. Es la parte fundamental ya que la mayoría siguen empeñados en quemar modelos caducados en los que la audiencia tiene un papel pasivo.

La base del problema, en el fondo, tiene una base sociológica, al no entender ni el papel de la audiencia ni el de las nuevas herramientas de relación de la ciudadanía. Es la soberbia del periodismo que jerarquiza a sus lectores y no establece una relación basada en el trato mutuo.

Decía Forges que «Los periódicos en España se hacen, en primer lugar para que los lean los periodistas; luego los banqueros; más tarde, para que el poder tiemble y, por último e inexistente término, para que los hojee el público».

3. Poca atención a los servicios

Es una vieja idea que remarcamos a menudo. Ya advertimos ya en el Mobile World Congress 2015 de Barcelona que las aplicaciones móviles son pequeños termómetros que nos indican las tendencias del interés y servicio común a millones de usuarios. Hay que volver a hacer que los medios sean útiles y lo serán si consideramos que vendemos datos y servicios. Hay que buscar necesidades para cubrirlas con soluciones.

4. La visión cortoplacista

Deberíamos diferenciar la estrategia y la táctica en las acciones y gestos de las empresas periodísticas. En demasiadas ocasiones, los movimientos se entienden como estratégicos pero el cortoplacismo en el que se mueven determinadas decisiones hipotecan el futuro de los medios. ¿Es pereza, miopía o ambas a la vez? Establecer una buena estrategia es fundamental a través de las tendencias que se van dibujando. La potenciación de la innovación y el desarrollo -aquí algunas ideas del último congreso ISOJ– deben ser parte de la estrategia común de los medios de comunicación y es el punto antagónico de cualquier visión a corto plazo.

5. La cinta sin fin

Para algunos medios la cantidad debe ser superior a la calidad. Es la glotonería de la cinta sinfin a la que muchos medios digitales nos tiene aconstumbrados. Y es que si el papel tiene  sus limitaciones, es habitual convertir el ámbito digital en una especie de almanaque sin fondo de comunicados de prensa y noticias de agencia. Ni los medios no tienen capacidad para dar la mejor forma a toda esta información, ni la audiencia es capaz de comprender ni procesar todos los contenidos publicados. Aquí esta la paradoja de esta cinta sinfin, desgastando al periodista para verter la información en Google para ser indexada.

6. La delgada línea de la contrastación

Antes que existieran las redes sociales ya matamos a Fidel Castro o Mikhail Gorbachev. Sin Twitter ya nos inventamos la Operación Tailwind o las armas de destrucción masiva en Iraq. Es cierto que las redes sociales y los cambios tecnológicos han acelerado el proceso de publicación y que, por tanto, la constrastación queda en entredicho muchas veces. Los rumores no son patrimonio del periodismo 2.0 sino de las sociedades en general. Los mitos y leyendas convierten al periodista en el curador de contenidos más importante. Su tarea es fundamental para evitar que el ámbito de la rumorología pervierta el mensaje periodístico. El empobrecimiento de las redacciones y de las condiciones laborales son parte del problema aunque lo cierto es que un periodista no ha tenido mayor acceso a las fuentes y las bases de datos e información como ahora.

7. Sensacionalismo

La cultura del click o de las páginas vistas están llevando a muchos medios a entender de forma amplia el concepto de la viralidad. Confundir contenidos virales con contenidos sensacionalistas es habitual. Y es que el amarillismo de determinada prensa en el ámbito de los espectáculos se ha traspasado a ámbitos como el deportivo, cultural y político.

No es algo nuevo y es paradójico que el mismísimo Joseph Pulitzer participara de la creación de la prensa amarilla a través del New York World, pero si el periodismo quiere combatir la crisis de identidad y prestigio, debería abandonar el puro espectáculo y reforzar su credibilidad a través de los contenidos de calidad.


2 Comments

Gabriela Guerra 28 abril, 2015 - 02:31

Muy interesante, hablando de periodismo 2.0 y redes sociales, que últimamente han servido mucho para evidenciar los excesos de la clase política y exponer casos de uso indebido de recursos públicos, etc… por el abuso del 6 y 7 el chisme se ha vuelto profesión en la pelea por vistas, dejando el periodismo de lado.

Miquel Pellicer 28 abril, 2015 - 10:22

Gracias, Gabriela. Celebro que te guste el artículo y el blog en general. ¡Un saludo desde Barcelona!

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