Soy una adicta a que me cuenten historias, y a veces a contarlas yo misma. Pero no vivo de eso en abstracto. Actualmente soy directora de W Radio (que depende de Televisa y del Grupo Prisa). Soy conductora de la Agenda Pública en Foro TV (Televisa), programa de análisis sobre medios y procesos de comunicación. Articulista en el diario El Universal (de circulación nacional) y Más por Más (de circulación en el Distrito Federal). Docente en varias universidades (Centro de Investigación y Docencia Económicas, UNAM, Universidad Iberoamericana, ITAM, etc.), conferencista, tuitera y (otra vez) feisbuquera (aunque me gusta explorar todas las redes sociales). Muchos años estuvo de tiempo completo en el mundo académico: fui directora del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, creadora y directora de la estación de radio ibero 90.9. Me gusta ver futbol, le voy a los PUMAS, odio el chocolate y viajar me sigue pareciendo la mejor cura a nuestros pensamientos endogámicos.
«Todavía quiero seguir en México», reza tu blog. ¿Este ‘todavía’ tiene que ver con la situación del país?
Cuando digo que todavía quiero seguir en México me refiero a varias dimensiones del tema. Primero, a la personal: por motivos diversos, viví en varios países hasta que cumplí 15 años de edad (luego lo volvería a hacer). Pero cuando regresamos a vivir a México, en mi adolescencia, decidí que me quería quedar a vivir aquí, o por lo menos hacer de México mi hogar (aunque viviera de vez en vez en otros lugares, como suele suceder). No ha sido un debate fácil en la familia: mis dos hermanos decidieron vivir en otros países. Por eso, cuando digo que todavía quiero seguir viviendo aquí tiene una connotación personal: es una decisión que (aún) sostengo.
Por otro lado, la dimensión colectiva: como seguro sabes, México ha atravesado situaciones muy complejas, políticas, económicas y sociales. Y hace unos años, cuando la violencia arreciaba y nos descolocaba a todos, cuando el miedo se volvió ingrediente de nuestra vida cotidiana, cuando la polarización política hizo que nos odiáramos los unos a los otros, cuando las perspectivas de desarrollo estaban truncas… muchos pensaron en irse de aquí, o se fueron. Y ahí comencé a decir más públicamente que yo quería seguir en México: no por heroica, simplemente porque es mi lugar y no me imagino yéndome.
La profesional: porque he tenido la suerte de poderme desarrollar aquí como he querido, haciendo lo que me gusta, siendo interlocutora en todos los ámbitos, ocupando lugares y descubriendo otros. Porque dar clases es lo que más me gusta, hacer comunicación (sobre todo, radio), inventar nuevas locuras.
La valoral: porque México siempre es un reto, un desafío. Y no me gusta aburrirme. En México nunca te aburres.
Dice nuestro colega Gerardo Albarrán que «México es un estado en descomposición. ¿Hay lugar para el optimismo aún?
Sí, lo hay. Pero no para un optimismo acrítico ni ingenuo. Hay lugar para el optimismo porque más allá de la evidente descomposición institucional, hay una sociedad que se mueve. En este país sí pasan cosas, y algunas son buenas. Porque tenemos una población con mejor educación formal que antes, y que comienza a exigir nuevas realidades en materia de participación, rendición de cuentas, distribución de recursos, igualdad de oportunidades. Porque tenemos una sociedad más consciente de sus derechos (aunque no siempre dispuesta a exigirlos en un sistema de contraposición de obligaciones).
Sin embargo, habiendo dicho lo anterior, es preocupante que la descomposición en ocasiones toca el ánimo social. Y sí es desesperante ver que a pesar de todo (violencia, corrupción, desaciertos políticos, etc.), no pasa nada. Será que la resiliencia es muy alta o que estamos condenados a lamentar nuestro destino (a tono con los melodramas musicales que nos dieron patria). Pero como me niego al determinismo y como veo que sí hay vectores que impulsan, creo que hay lugar para un optimismo moderado, crítico y suspicaz.
¿La muerte de Rubén Espinosa será un punto de inflexión del hartazgo de los periodistas?
La muerte de Rubén Espinosa es aún una historia que se cuenta. Por lo mal manejado desde la comunicación gubernamental, me temo que nunca sabremos qué sucedió. Y esos vacíos permiten que cada quien lea en el suceso lo que necesita leer: un ataque a la libertad de expresión, un hecho de violencia por otros motivos, etc. Sin embargo, la muerte de Rubén (por los motivos que hayan sido) sí toca una fibra sensible para los periodistas y comunicadores en México: la de la vulnerabilidad del oficio (sabemos de la cantidad de periodistas asesinados o agredidos, medios silenciados, en México). Sin embargo, y por eso no sé si estemos ante un punto de inflexión (y me temo que no) ha sido difícil (si no imposible) que la ciudadanía reconozca en la agresión a periodistas y/o medios de comunicación, una agresión a algo sustancial y vital para la democracia de un país. Cuando se ha convocado a protestas o marchas ante la agresión a periodistas, sólo participan periodistas.
El resto de la población no entiende que una agresión a un periodista o a un medio tiene una connotación especial y suelen venir las respuestas de «somos muchos los agredidos, por qué tendríamos que protestar de manera especial cuando atacan a un periodista». Y eso habla del largo divorcio o desencuentro entre el periodismo y la sociedad, en este país (acostumbrado por décadas a que el periodismo solía tener como interlocutor solo al poder). Pero eso es tema para casi una disertación.
A pesar de lo que pareciera, creo que el periodismo mexicano se encuentra en momentos de gran vitalidad y de experimentación. Es cierto, siguen las prácticas de corrupción en la información y la opinión, claro que hay un ambiente de inseguridad (y hay zona del país que viven un verdadero apagón informativo). Pero, a la vez, estamos viendo ejercicios fascinantes con una perspectiva más horizontal y de servicio. Por ejemplo, lo que hicieron Animal Políticoy México Evalúa durante el 3er Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, merece una distinción: llevaron a cabo una verificación de datos en vivo, de todo lo que informaba el Presidente, y evaluaron si lo que se decía era cierto o fals. El fact checking, que en otros lados es ya común, comienza a suceder en México. Estamos viendo asociaciones virtuosas entre medios de comunicación, organizaciones, universidades, para la producción de trabajos de investigación (como las que estamos haciendo los que damos clase en el CIDE, para procesamiento de datos, etc. Se han hecho muy buenos trabajos de reconstrucción en casos como el de Aytozinapa. Es decir, y en resumen, a pesar de los pesares (que son muchos), también están sucediendo cosas buenas. Y que están teniendo impacto. ¿Es suficiente? No lo sé, pero por lo pronto es.
Los medios de comunicación son rentables tal y como los concebimos actualmente?
No. Los medios de comunicación deben entenderse cada vez más en una extensión de sus espacios tradicionales. Generar experiencias, trabajar en alianzas, entender mejor a sus audiencias (y crear audiencias), tomar la calle, inventar estrategias narrativas que ofrezcan contexto y explicaciones, procesar datos, programar e inventar salidas. Los medios de comunicación que tenemos hoy (sobre todo los llamados «tradicionales») vienen del pensamiento analógico y del efímero sueño masivo del siglo XX. La reinvención duele, pero ese dolor no es nada comparado con la muerte de algo que, si no entiende la dinámica más horizontal y dialogante de la esfera pública del incipiente siglo XXI, terminará por sucumbir en su obsolescencia.
En particular, creo que los modelos de negocio están caducados. ¿Cómo puede ayudar el ámbito universitario a buscar nuevas formas de financiación?
Convirtiéndose en socios del proceso. Me explico: por lo menos en México, durante décadas las universidades y los medios de comunicación o de información, vivieron una separación casi insuperable. Los medios pensaban que lo que sucedía en las universidades en materia de formación para la comunicación era una pérdida de tiempo (los académicos no saben cómo funciona el mundo real, son buenos para criticar pero nunca han trabajado, etc.), y la academia veía a los medios como la chatarrización de la vida pública (en los muchos años que llevo ligada al mundo académico de la comunicación siempre he comentado que padecemos una especie de esquizofrenia: a los estudiantes les decimos que los medios son lo peor que hay, para que luego ellos vayan a trabajar allá sin haberles dado instrumentos para el diálogo crítico). Poco a poco, me parece (aunque aún muy lento), se están tendiendo puentes entre los medios y las universidades, justo para hacer investigación conjunta. Esto incluye la reflexión sobre nuevas formas de financiación. Por ello surgió, por ejemplo, la Maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas del CIDE. Pero es apenas un pequeñísimo ejemplo de algo que debe ser más sostenido.
Existe un periodismo latinoamericano creciendo con potencia. ¿De qué forma se pueden ayudar los diferentes nuevos medios que se están creando?
Tejiendo y fortaleciendo redes (como, de hecho, ya comienza a suceder). Compartiendo experiencias, compartiendo recursos, haciendo trabajos en conjunto, compartiendo proyectos de investigación, asociándose para la visibilización conjunta de sus trabajos, atendiendo sus dudas técnicas y éticas.
¿Cómo se puede conectar el periodismo que se hace en América Latina con el que existe en Estados Unidos,dónde la población latina no para de crecer?
Hay esfuerzos de toda índole: desde lo que hace la Fundación Knight en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Austin, Texas, bajo la espléndida dirección del profesor Rosental Alves, hasta esfuerzos más recientes de sumar a medios en español a la formación de periodistas en Estados Unidos (como lo que acaba de anunciar CUNY. Durante mucho tiempo, lo que se hacía para atender a la población latina en Estados Unidos era llevarse para allá a periodistas mexicanos, chilenos, venezolanos, etc. Pero ya se entiende la necesidad de formar a periodistas propios, pero (y este pero es fundamental) en coordinación con medios latinoamericanos y españoles. Tengo la sensación (o el deseo) de que veremos más de esto en los próximos años.
Respecto a los medios españoles, ¿crees que pueden mejorar las conexiones con medios latinoamericanos? Particularmente creo que los medios españoles no aprovechan 100% las posibilidades del mercado de LatAm…
Mi caso es un poco atípico porque yo trabajo directo con el Grupo Prisa (dado que la radio que dirijo depende también de ellos). Esto me ha llevado a trabajar con colegas de la Cadena SER, de El País, en un intercambio fructífero y de crecimiento mutuo. Y me ha tocado ver que medios españoles tejen alianzas estratégicas no sólo por negocio, sino también de manera temática, por causas o por coyuntura. Me gustaría, eso sí, que se consolidaran más esfuerzos de formación e investigación entre medios de ambos lados del Océano. Ahí sí nos falta camino por andar.
Desde marzo de 2013 eres directora de W Radio. ¿Qué directrices básicas estás intentando aplicar desde entonces?
Lo primero fue la integración de un proyecto radiofónico y no la suma de programas que, casualmente, se trasmiten en una misma frecuencia. Parece verdad de perogrullo, pero no lo es. Hablar de un proyecto radiofónico significa que todos compartamos el mismo horizonte simbólico por el cual, o hacia el cual, trabajamos. Que sólo existan programas que casualmente comparten la misma frecuencia, los vuele unidades aisladas sin fuerza de integración ni un ADN reconocible. Así que, eso fue lo primero que hice. Después, definir la vocación del periodismo que buscamos hacer: más social, de interacción con las voces de la sociedad que lo requieren, más de causas y de historias, más grassroot. Y sobre ello hay que trabajar, y en ese proceso estamos, integración de nuevas técnicas periodísticas, formación de reporteros para estas exigencias, rediseño de la redacción hacia una mentalidad digital, articulación de una agenda propia. Asimismo, y en eso estamos también, la reinvención conjunta del lenguaje radiofónico: debemos dejar atrás las épocas planas del sonido como accidente, y entender la radio como la creación de espacios sonoros que permiten tocar la realidad, no sólo hablar de ella. En ese sentido, hemos hecho un trabajo muy intenso con todo el equipo de producción para afinar estos procesos. Estamos en esta pequeña revolución que nos deberá llevar, espero pronto, a poder también tejer alianzas más estratégicas con otras radios (hoy ya las tenemos con otros medios impresos y digitales). Mi directriz fundamental es: hagamos radio.
¿Cómo se puede potenciar el trabajo de la redacción?
Integrándola a los procesos de decisión. Las redacciones deben sentir, cada vez más, que son parte esencial de lo que se está construyendo y que sin ellas nada se puede construir. Hay que aplicar esquemas constantes de formación continua, identificar potencialidades, ubicar a la gente en la parte de la cancha en la que juega mejor y es mejor para el conjunto.
«Las redacciones deben sentir, cada vez más, que son parte esencial de lo que se está construyendo y que sin ellas nada se puede construir»
¿Cómo se estructura la relación con la audiencia? ¿Qué mecanismos habéis planteado en el ámbito de las redes sociales?
La ventaja que tiene la radio es que es, desde su origen, un medio social. Y la conversación (y con ello no me refiero a ningún formato radiofónico) le es esencial. Nosotros estamos entendiendo las redes sociales del ciberespacio como una parte fundamental del quehacer radiofónico integrado: para la retroalimentación directa, para tomar el pulso social, para identificar tendencias, y, lo más importante, para crear contenido en conjunto. De hecho, estamos a punto de lanzar una aplicación propia para potenciar la creación de historias conjuntas entre la audiencia y nosotros. Mi filosofía es: el «talking head» ha muerto, vivan «the talking people».
En tu labor docente, ¿qué recomiendas a los futuros periodistas?
Que trabajen. Que nunca dejen de hacer preguntas. Que aprendan a programar y que se sepan mover con números. Que entiendan que hoy hay que ser, también, emprendedores. Que se metan a la dinámica social. Que estudien, que sepan los contextos de lo que van a escribir/hablar, que formen redes, que entiendan que la inteligencia distribuida es el mejor regalo de la época social en que vivimos, que duden de todo. Y que se la pasen bien. Que nunca dejen de divertirse.
En tu curriculum aparece muchas veces ‘periodismo de calidad’. ¿Cómo conseguirlo?
Muy sencillo (y lo más difícil de todo): consigues un periodismo de calidad cuando sabes que debes rendir cuentas a la sociedad a la que te debes. Entonces, los elementos de calidad (identificación del elemento noticioso, investigación, confrontación de fuentes, equidad de voces, contexto, estrategia narrativa, etc.) se vuelven instrumentos útiles, porque el propósito es claro. Ahora, esto que te digo es lo más difícil de conseguir, porque es muy fácil perder el foco.
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Hace cuantos años que no da clase en la Ibero ? y aún sigue diciendo que ahi da clase … fraude … siganle creyendo