La mirada de los medios sobre la infancia y juventud

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“Es bastante sencillo: si somos ricos estamos en Vida Social, Tendencia o Tecnología, si somos pobres vamos derechito a Policiales”. La afirmación la hizo, hace algún tiempo, un alumno, mientras analizábamos los periódicos buscando representaciones de infancia y juventud. La realidad hoy no parece muy distinta. Y en este punto coinciden tanto los observatorios de medios como los investigadores: los niños y jóvenes aparecen poco en los medios tradicionales (periódicos, radio y TV) y en contadas ocasiones se los considera como destinatarios de la información. 

Dos miradas bien definidas predominan en el tratamiento de noticias que involucran a niños y jóvenes: por un lado la cobertura de la infancia y juventud vulnerable: vinculada con la inseguridad, la marginalidad, las drogas, el alcohol y la delincuencia. Y por otro, la que da cuenta de los niños y jóvenes visibilizados en términos de consumo: ellos son los destinatarios de la mayoría de las tandas publicitarias. Los que acceden a la tecnología, la educación privada y al consumo de productos y servicios suntuarios.

Esta parte de la población infanto-juvenil es tratada con marcada indulgencia en secciones de tipo “vida cotidiana”,  “tiempo libre” o “innovación tecnológica”. Esta fragmentación en cuanto al tratamiento periodístico de la infancia y la adolescencia, parece encontrar su correlato en el cuerpo social. ¿Será que los medios son los encargados de construir esa mirada sesgada sobre la infancia y juventud o simplemente son el reflejo de una sociedad fragmentada y en riesgo?

Las noticias y la construcción del imaginario social

“¿La gente mira lo que quiere ver o lo que le imponen?” Según la socióloga argentina Ana Wortman, existe una  relación de interdependencia entre lo que la gente dice acerca de la realidad y lo que los medios le dicen sobre esa realidad. Una articulación que se sustenta en ciertos saberes consolidados, cristalizados como forma de razonar y de hacer razonable la realidad. Lo que se conoce como el pensamiento de sentido común.

En su libro “Construcción imaginaria de la desigualdad social” Wortman afirma que cuando hablamos de “sentido común” hacemos referencia a prenociones del pensamiento ordinario que hacen que las cosas sean tales y que el mundo presente un orden y aparezca no cuestionado. “En semiología se lo conoce como “lugar común” como la expresión con la que señalamos un motivo cristalizado de la cultura que opera y es eficaz en términos de redundancia”.

Una mirada histórica

En el caso de la  representación de la Infancia y Juventud en los medios, esas articulaciones de lugares comunes sobre ricos y pobres representan continuidades de la modernidad.

En el siglo XVIII y principio del XIX, en plena revolución industrial, el trabajo infantil prácticamente  estaba naturalizado, representaba mano de obra barata y renovable y los diarios y revistas de la época daban cuenta de ello. Uno de los reporteros gráficos que mejor dio cuenta de la situación de estos niños y jóvenes fue Lewis Hine autor de fotografías testimoniales de niños y jóvenes como adultos en miniatura o como deformidades, niños fumadores, vándalos, delincuentes o soldados.

Niñas mineras de Estados Unidos. Fotografía de Lewis Hine, tomada entre 1906 y 1908, para la revista The Survey

Las víctimas

Durante el siglo XX y hasta nuestros días, en términos de representación simbólica,  cada época tuvo su niño/a victima en los medios, que en cierta forma ofició de detonante o quiebre de alguna idea cristalizada por el sentido común.

Una de las primeras fotografías de este tipo fue la de la niña vietnamita de 9 años quemada con Napalm corriendo desesperadamente por una carretera y que fue tomada por el fotógrafo Nick Ut, de Associated Press. Esta imagen levantada por la mayoría de los medios occidentales conmocionó de tal manera que logró quebrar de algún modo la idea de que los horrores de la guerra de Vietnam eran ocurrían demasiado lejos como para preocuparse.

No hace mucho el niño Sirio fotografiado muerto en las playas del Mediterráneo dejo sin palabras a gran parte de las audiencias globales, para quiénes los refugiados que escapaban de la guerra solo significaban porcentajes y cifras en un reparto apurado entre las grandes potencias. Los espectadores y lectores veían con estupor la cara de la tragedia. Otra vez los niños victimas.

Hace unos días otra imagen sacudió la conciencia global: un niño completamente cubierto de polvo, sentado solo en el asiento de una ambulancia como único sobreviviente de un bombardeo, ponía otra vez a la infancia en la difícil tarea de mostrar el horror.

Omran, el niño rescatado de un bombardeo en Alepo que se convirtió en un símbolo del horror en Siria

Y a partir de estas imágenes, cabe preguntarse ¿Existe otra manera de representar la infancia y la juventud en los medios? ¿Quién necesita verlos sufrir en vivo y en directo? ¿Publicaríamos esas fotos si pensáramos que son nuestros hijos?