No dejes que la realidad estropee un buen titular

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«El periodismo se resume en desentrañar lo que nos dicen que sucede y lo que sucede en realidad, pero siempre dentro de nuestra subjetividad.», dice Miguel Ángel Bastenier, maestro de periodistas y prolífico intelectual. Este domingo es San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. En este atardecer plácido después de una comida en familia (prometo que sólo he consumido una copa) me he sentado a reflexionar después de una mañana en la que me ha agitado una portada -y entrevista– en PAPEL con el ministro de Economía español en funciones, Luis de Guindos, sacando pecho sin entrecomillado pero con clara vocación de cita: Así salve España.

Intento ser muy ponderado con mis opiniones políticas, por respeto a la pluralidad de amigos, conocidos y saludados que mantengo tanto en el mundo virtual como en el real. «Siempre desde nuestra subjetividad», como dice Bastenier, intento cumplir la máxima que estos días estoy relaciono con el libro ‘Todos náufragos del también periodista Ramón Lobo: «El periodismo me ha exigido una mirada amplia para intentar entender problemas complejos».

El periodismo no está reñido ni con la calidad ni con la rentabilidad

No me gusta el periodismo sensacionalista, ni el click bait, ni los anzuelos que buscan el click fácil. Entiendo el periodismo en la dicotomía del tiempo real y los buenos productos a fuego lento. El periodismo no está reñido ni con la calidad ni con la rentabilidad. Pero a pesar que me muevo en el optimismo patológico de una profesión que está en crisis pero que se mueve hacia las buenas oportunidades en período de cambio, no deja de preocuparme muchas veces por este activismo tertuliano del que se atreve a opinar de todo sin fundamento y que hace de la platocracia su forma de vida.

Debe existir la subjetividad al lado de la profesionalidad, la honestidad y las buenas prácticas. No obstante, al debate sin líneas rojas que debe existir en la profesión, me preocupan portadas con tortugas ninja, con triples saltos mortales de chascarrillo o con excesivo peso editorializante.

Me preocupa que nos quedemos tan anchos cuando Jiménez Losantos dice que «veo a los de Podemos, y si llevo arma, disparo». ¿Esto no es apología del terrorismo?

Me preocupa el exceso de periodismo de militancia, periodismo molotov, que se nutre del ‘a ver quien la dice más gorda’. Advertía este otoño el Col·legi de Periodistas de Catalunya (CPC) que ante convocatorias electorales «los medios públicos no pueden bajar la guardia y deben hacer bandera del rigor, la profesionalidad y de un respeto escrupoloso por la neutralidad. Sólo así serán fieles a su mandato de servir a la ciudadanía».

No me gusta el periodismo que se convierte en la «máquina del fango» -como dice Umberto Eco-, que insinúa y no contrasta. No me gusta el periodismo que se fundamenta en apriorismos, que lanza la piedra y esconde las fuentes y las contrastaciones.

Desde nuestra subjetividad

Me da reparo cuando cuestiono el trabajo de mis colegas y no soy dado a dar lecciones a nadie pero no, no me gusta leer como se ensalzan personajes y salvapatrias en portadas y titulares, sea del partido que sea. No me gustan las frases que con un buen diseño y una bonita fotografía se convierte en lapidarias. No me gusta seguir el axioma atribuida a William Randolph Hearst: «No dejes que la realidad estropee un buen titular». Desde nuestra subjetividad, como dice Bastenier, hay terrenos que nos convierten en profesión poco creíble.

Y no, señor De Guindos. Si alguien salvó España fuimos los ciudadanos, que con nuestros impuestos y sacrificios salvamos los bancos, las arcas del Estado y las cabezas de los ministros con carrerón en Lehman Brothers u otros destinos detrás de las puertas giratorias. De lecciones de Economía, señor ministro, la justas. Fin de la cita.