Una reportera de i24 News aseguraba que soldados israelíes habían encontrado 40 bebés decapitados en el kibutz Kfar Aza, un asentamiento judío a tres kilómetros de la Franja de Gaza. Usuarios de redes sociales y medios de comunicación se han hecho eco de la masacre llevada a cabo por Hamás en este kibutz. Otros tantos políticos se acusan entre ellos de «defender a los que han decapitado a estos 40 bebés». Lo cierto, no obstante, es que periodistas del medio israelí puntualizan que ellos mismos no vieron la escena de los bebés decapitados y atribuyen la afirmación a soldados israelíes. En concreto, a un oficial de la unidad (ver quién es David Ben Zion) que recuperó el kibbutz que tiene una historia particular.
¿Esto quita gravedad a los hechos que se están produciendo en Israel y Gaza? Para nada. Pero este como otros son algunos ejemplos de como la desinformación y la propaganda se infiltran en los medios, mensajes de redes sociales y discursos políticos. «La información errónea y desinformada sobre las reacciones de los gobiernos al conflicto podría complicar los esfuerzos reales de los líderes mundiales para responder», reflexiona Sara Fischer en un artículo en Axios.
La desinformación se construye a partir de las verdades alternativas. La propaganda es el eje de estos hechos alternativos. No solo es una amenaza para los medios de comunicación sino para los ciudadanos y su toma de decisiones en procesos vinculados a la salud democrática. A nivel diplomático, los gobiernos se convierten en el principal objetivo de la guerra de información en línea entre Israel y Hamas
La desinformación no solo es una amenaza para los medios de comunicación sino para los ciudadanos y su toma de decisiones en procesos vinculados a la salud democrática y en relación a las respuestas diplomáticas de los diferentes gobiernos
A finales de febrero de 2022 escribí un artículo similar teniendo en cuenta la guerra de Ucrania a partir de la invasión y ataque de Rusia: ‘Propaganda y desinformación en la guerra de Ucrania‘. Más de 19 meses después de este suceso del que aún estamos recibiendo las consecuencas en Europa, resulta pertinente buscar las conexiones vinculadas a la desinformación en el conflicto entre Israel y la organización terrorista Hamás.
Primera idea, Este artículo no es una reflexión especializada en el conflicto que lastra la zona desde hace décadas. Es una aproximación desde la comunicación digital y las redes sociales. Y existe una conexión clara de, por lo menos, la historia de Oriente Próximo desde el siglo XIX hasta el siglo XXI. Las aproximaciones geopolítica son totalmente necesarias para contextualizar los orígenes y el desarrollo de este conflicto. Aquí los periodistas tenemos que ayudar en los análisis.
La segunda idea. Hay que analizar la cobertura de los medios de comunicación, la propaganda política y el desarrollo de la estrategia de desinformación en las redes sociales.
Tercera idea base. En el contexto actual a nivel de comunicación vivimos el desarrollo de la IA generativa (GenAI) y los modelos que crean contenidos de textos, vídeos, fotografías de forma automatizada y que pueden servir como difusores de contenidos no verificados. Aunque no siempre es una cuestión de engañar. Por ejemplo, la fotografía que ilustra este artículo está generada con Dall-E 3.
Un dato al respecto, CBS ha examinado más de 1.000 vídeos de la guerra entre Israel y Hamas, y sólo el 10% son utilizables, según explicó la presidenta y directora ejecutiva de CBS News, Wendy McMahon, recientemente en una conferencia de Axios. El ataque de Hamás en Israel muestra cómo los deepfakes (fake news audiovisuales) y la desinformación llegarán a las redacciones «a un nivel de sofisticación que será asombroso», dijo McMahon.
Cuarta idea. Estamos en una evolución del ecosistema de medios con, sobre todo, una nueva fase en la evolución de una red social como Twitter (ahora X) que ha sido fundamental en el ciberactivismo que ha movilizado las llamadas primaveras árabes, en un primer término, y fundamental en los cambios políticos en otros momentos políticos y electorales.
Con todos estos factores, cabe pensar en cómo se estructura la desinformación en este momento histórico.
La desinformación como estrategia de guerra, control de la narrativa y negocio
En primer término, la desinformación es una estrategia más de la guerra. Forma parte de las acciones bélicas de los dos bandos y es una forma más de intentar controlar el relato para vencer también en los medios de comunicación y las redes sociales. Además, la desinformación también es un negocio, desde el sentido de acción de monetización por parte de muchos ciberactivistas que quieren sacar rédito de la atención de los usuarios.
La desinformación es una estrategia más de la guerra para controlar el relato y también es una forma de monetizar los contenidos en las redes sociales a partir de la viralidad y el impacto
Junto con informes creíbles sobre el conflicto que se está desarrollando, la información errónea sobre los incidentes atribuidos a ambas partes se ha distribuido ampliamente en plataformas digitales. Lo saben bien los analistas de fake news. El colectivo Bellingcat de investigación y análisis forense de contenidos digitales en zonas de conflicto, por ejemplo, ha identificado un gran número de publicaciones en las redes sociales han presentado imágenes de hace años de antigüedad, o imágenes ubicadas en otras zonas y que no son la franja de Gaza.
Fundamental aquí estos análisis forenses a nivel audiovisual para contrastar contenidos. Un magnífico ejemplo es el reportaje de The Washington Post: ‘Hamas took at least 64 captives into Gaza, visual evidence suggests‘ para corroborar datos a través de los vídeos difundidos por redes sociales y medios de comunicación.
Por otra parte, Bellingcat también ha detectados vídeos de supuestos rehenes que están ubicados en otros lugares, o supuestas imágenes de luces y explosiones pero que se ubican en la celebración de unos aficionados de fútbol argelino.
X como plataforma de difusión de desinformación
La desinformación es un negocio al que las empresas, los usuarios y las grandes tecnológicas se abonan. En este caso, el momento de X, la línea evolutiva de Twitter con Elon Musk al frente es, sin duda, es clave. Escribe en WIRED, David Gilbert que «si bien todos los acontecimientos mundiales importantes ahora van acompañados casi instantáneamente por una avalancha de desinformación destinada a controlar la narrativa, la escala y la velocidad a la que se sembró la desinformación sobre el conflicto entre Israel y Hamás no tienen precedentes, particularmente en X».
Con el objetivo de borrar el legado de Twitter, Elon Musk está promoviendo una nueva red social. Seguramente es el momento más prolífico en cuanto a cambios de X pero no todos los cambios van en una línea de protección de los usuarios frente a la desinformación y los discursos del odio.
Uno de ellos tiene que ver con la verificación de perfiles y el programa Premium (antes, Twitter Blue). Gracias al algoritmo que favorece a los usuarios que optan por pagar ocho dólares mensuales por una membresía premium, las entradas de aquellos con el distintivo de verificación azul se muestran prioritariamente en los feeds de noticias para aquellos que buscan detalles sobre el conflicto.
Además, el programa Premium de X también permite monetizar en función de las visualizaciones obtenidas en contenidos. Favorecer algorítmicamente determinados perfiles también es una fórmula de incrementar visualizaciones e incentivos. Un sistema que no entiende, no obstante, de verificación ni contrastación de fuentes. El propio Musk fue el primero en compartir perfiles que están bajo sospecha por su parcialidad. Musk borró posteriormente esta publicación que queda para la posteridad.
https://x.com/Shayan86/status/1711059246861750703?s=20
El modelo de negocio de X no es algo ajeno a muchos medios de comunicación en la era del clickbait y el populismo informativo. Vende el contenido rápido, digerible y emocional. Y conflictos como el de Palestina e Israel tienen una complejidad endémica que se contrapone a la narrativa audiovisual, de la que no escapan ni los propios periodistas. Aquí la corresponsal de guerra de la CNN, Clarissa Ward, en una imagen bajo el fuego bélico, que está inundando las redes sociales. ¿Quién dijo que el periodista nunca está en el centro de la noticia? Tiempos que ponen a prueba los códigos deontológicos.
Relatos transmedia y multiplataforma
Pero vayamos a lo central. La desinformación sobre el conflicto en Israel y Gaza tiene un enfoque multiplataforma. No es que X y Elon Musk tengan toda la culpa. Las estrategias de desinformación en redes sociales tienen un comportamiento multiplataforma. Facebook, TikTok, YouTube, Instagram o Telegram también se han convertido en ventanas a las fake news.
Por ejemplo, en TikTok diferentes usuarios compartieron un vídeo que mostraba dos aviones remolcados por tierra. Algunos usuarios afirmaron que mostraba a las fuerzas de defensa israelíes evacuando bases aéreas cerca de Gaza. Un usuario dijo que mostraba a las fuerzas de Hamás remolcando aviones israelíes. Sin embargo, este vídeo fue publicado el mes pasado y apareció en YouTube el 19 de septiembre, según Reuters. La versión republicada del vídeo había sido vista cientos de miles de veces el sábado por la tarde.
Imágenes de videojuegos que se hacían pasar como imágenes de un ataque de Hamás, fuegos artificiales en Argelia presentadas como ataques israelíes contra los terroristas o vídeos antiguos de conflictos en Iraq o Siria han sido muy habituales estos días.
Nada es fácil para los medios de comunicación y los periodistas. Los bulos se multiplican y se generan de forma exponencial. Las plataformas sociales retroalimentan esta desinformación, la IA puede potenciar los contenidos de ficción y las rutinas de producción añaden prisas y poca contrastación.
En estos días son importantes los medios especializados en verificación de contenidos. Así como encontrar fuentes de información fiables y honestas. Aquí un listado de los principales medios de fact-cheching.
Una macabra rave en Instagram
Por otra parte, también es un relato transmedia muy potente que se debe verificar al milímetro. Existen diferentes formatos y contenidos. Nos vinculamos a declaraciones políticas; medios gubernamentales y opinadores con amplio seguimiento online; y, posteriormente o en paralelo, campañas de viralización en redes sociales. Uno de los puntos calientes del ataque de Hamás fue el festival Tribe of Nova se celebraba cerca del kibutz (cooperativa agrícola) Reim, en el sur de Israel y próximo a Gaza. Y ahí la mezcla entre Generación Z, redes sociales y guerra es una pócima viral, igual que pasó en París en la Sala Bataclan en 2015. Los contenidos en Instagram y TikTok se fueron multiplicando y conocemos gran parte de lo ocurrido gracias a los perfiles sociales de muchos jóvenes. Más de 200 asesinados. Y terror.
«Una gran parte de la estrategia de incitar al terrorismo no es sólo el ataque… sino que también depende de su capacidad para incitar al miedo, especialmente en espacios en línea», dice en declaraciones a Politico Graham Brookie, director senior del Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council, que ha estado rastreando la presencia en línea del ataque a medida que evoluciona.
Impacto visual
De la misma forma que Estado Islámico en la segunda década del siglo XXI potenció el lenguaje audiovisual con unos macabros videoclips de ejecuciones de rehenes y vídeos de propaganda de sus acciones en el campo de batalla, el ataque coordinado por tierra, mar y aire dejó en shock a Israel. Por la dimensión, la minuciosa ejecución y la completa propaganda elaborada con diferentes vídeos de Hamás. En la era de TikTok y de programas nativos de edición audiovisual como Capcut, este tipo de contenido viral de Hamás tiene un triple objetivo:
- Como acción propagandística. Arma de información audiovisual directa a las redes sociales y los principales informativos de todo el mundo.
- Como constatación de una pesadilla. Ataque psicológico a la población civil.
- Como material de captación y reclutamiento de nuevos yihadistas, a través de un material atractivo y moderno.
El contenido con perspectivas aéreas a través de imágenes subjetivas, imágenes de drones, capturas de Google Earth, estabilizadores, cámaras GoPro y encuadres copiados de los videojuegos de shooting tipo Call of Duty se mezclan con los contenidos propios de la población civil que compartió contenido en redes sociales. Algo similar pasó en Ucrania, donde las acciones del frente se narraban en TikTok con contenidos musicales.
Mientras Israel denunciaba a Hamas comparándolo con ISIS, Hamas utilizaba Telegram para difundir su contenido, incluidos videos promocionales y grabaciones del conflicto. Las plataformas de mensajería como Whatsapp o Telegram juegan una parte fundamental de difusión y repositorio de material audiovisual. Son formas de activar la movilización digital y saltar los filtros de los mecanismos de control de las principales redes sociales.
La desinformación y la propaganda en línea han intensificado las tensiones, con expertos advirtiendo sobre el impacto potencial en la percepción internacional del conflicto.
Controlar el mensaje desde una perspectiva periodística es muy complicado porque los parte de guerra se multiplican en cuanto a formatos. La desinformación lo emponzoña todo de la misma manera que vimos el cormorán manchado de petroleo en la invasión de Kuwait a ritmo de la CNN de los años noventa del siglo XX. Hay que estabilizar el relato objetivo ante la propaganda emocional que quiere animalizar al enemigo y ponerlo contra la opinión mediatizada.
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