Gervasio Sánchez: «Soy un periodista extremadamente crítico con mi profesión»
Editor’s Choice #16 – Serie ‘Fotorreporteros de guerra’
Mi trabajo de fotorreportero me ha llevado a los confines de la brutalidad humana. Estoy a punto de inagurar la exposición ‘Mujeres en Afganistán’ en el Palau Robert de Barcelona junto a la corresponsal de El Mundo Mònica Bernabé a partir del 28 de octubre, donde presento las situaciones dramáticas que viven muchas mujeres en ese país con casos de vejaciones, niñas obligadas a casarse o mujeres que viven en casas de acojida. Sin burka, a cara descubierta o con un simple pañuelo. Un trabajo que me ha ocupado los últimos cinco años y el libro del cual se presentará el dia 30 del mismo mes. En 2015, el Tecla Sala de l’Hospitalet de Llobregat, Barcelona, acogerá ‘Antología’, organizada por el Ministerio de Cultura sobre todo el trabajo de fotoperiodista en países de Latinoamérica, Àfrica o Asia.
Mantengo una relación laboral muy estrecha con el Heraldo de Aragón desde marzo de 1987 cuando publicaron mis primeros artículos sobre la dictadura de Pinochet, desde hace 14 años con el Magazine de La Vanguardia y desde hace 20 con la Cadena Ser.
¿Que aprendió en sus primeros viajes a Latinoamérica como fotoperiodista?
Fue el ABC de la fotografía y el periodismo, de como cubrir conflictos armados. En esos tiempos, en Nicaragua, El Salvador, Chile, Perú, Colombia, Argentina, habían dictaduras o guerras civiles.
¿El proyecto ‘Desaparecidos’ empezó a gestarse allí?
En realidad, empezó en Barcelona. Era 1982 y estaba estudiando Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma y me fijé en un anuncio a faldón en un periódico sobre Amnistia Internacional con el título ‘Hágase socio de la libertad’. Llamé, pregunté y me explicaron que se dedicaban a buscar la liberación de prisioneros de conciencia por todo el mundo, por motivos políticos, religiosos, sexuales. Con 23 años empecé a militar en esta organización de forma activa y formamos un grupo de adopción de un preso comunista encarledado por la dictadura de Uruguay y un religioso en la URSS. El responsable del grupo me encargó que me leyera informes sobre Latinoamérica y fue cuando me topé con la desaparición forzosa. Tuve un profesor que había huído de la dictadura de Uruguay y me animó a que realizase un trabajo sobre las dictaduras del cono Sur.
¿Cuando empezó a cubrir sobre el terreno los conflictos armados en Latinoamérica?
Viajo en octubre de 1984, solo, para ver con mis propios ojos si lo que relataban esos informes sobre Guatemala o El Salvador eran reales o estaban adulterados. Me encontré una situación brutal en Guatemala donde habían ocurrido unas matanzas de campesinos entre 1982 y 1984 de las que todavía hoy se realizan exhumaciones. Daba miedo trabajar y una persona de confianza me dijo: «No te metas en estos temas que aquí te van a matar».
¿Sigue trabajando en este proyecto?
Va a durar toda la vida. En los talleres muestro todas las fotografías que han servido para hacer el proceso de documentación del que van a salir las definitivas. Cuento cuales fueron mis dudas o cómo empecé a darle vueltas a la cabeza. Todo lo hago yo, no tengo un equipo. Me lo guiso con mis errores y me lo como con todo el impacto de significa el trabajo que te deja una huella para siempre.
«Quiero que hagan ese viaje al dolor, que sean impactados por el dolor de las familias. A los jóvenes periodistas siempre les digo que si no están dispuestos a sufrir el dolor de las víctimas, no van a poder transmitir con decencia.»
Y también los desaparecidos de las fosas comunes en España
Empecé a trabajar en el tema en el 2008 e incluí a España como epílogo en el libro que publiqué en 2011. Voy a seguir documentándolo porque me parece un escándalo lo que ha pasado en este país.
¿Cómo plantea el proyecto de ‘Desaparecidos’?
‘Desaparecidos’ es un viaje desde la desaparición hasta la aparición de los cuerpos. Lo cuento de forma didáctica, hay gente que utiliza la fotografía conceptual, pero yo quiero que cualquier persona que entre a ver una exposición mía la entienda, que va ha hacer un viaje a lo desconocido, que le va a permitir conocer mejor todo lo que está ocurriendo, un viaje al dolor, algo que ha ocurrido hace decenios pero que sigue presente porque los familiares de desaparecidos siguen buscando los cuerpos 40 años en Chile, 35 años en Argentina, o 75 años en España. Quiero que hagan ese viaje al dolor, que sean impactados por el dolor de las familias. A los jóvenes periodistas siempre les digo que si no están dispuestos a sufrir el dolor de las víctimas, no van a poder transmitir con decencia.
¿Se ha puesto límites a la hora de disparar una foto? ¿Hay temas que se autoimpone no contar?
No. Me gusta profundizar en los temas. De hecho me gustaría hacer temas de cosas que han ocurrido en España como documentar la crisis económica o el tema de la inmigración en este país.
¿Qué implica ‘Vidas Minadas’ en su trayectoria?
Es el proyecto más esperanzador porque los chavales con los que he trabajado han estado entre la vida o la muerte, sufrieron amputaciones, le vi crecer y los sigo viendo crecer. Empecé el trabajo en 1997, la última parte la presenté en el 2007 y la siguiente parte la voy a presentar en 2022, el 25 de noviembre de 2022, y se llamará ‘Vidas Minadas – 25 años’ con los mismos personajes.
¿Vuelve a esos países para seguir la vida de los chavales?
Sigo volviendo a esos sitios, sigo acumulando fotografías en blanco y negro, con Tri-X, como los clásicos.
El impacto de las imágenes que se pueden publicar o las que se deben publicar está al orden del día, ¿cómo gestionamos ese dolor ajeno?
Nos acomodamos en nuestras sociedades y queremos evitar ver el dolor ajeno pero es un error. El dolor ajeno siempre nos va a perseguir, aunque pase a miles de kilómetros. El ebola es un caso clarísimo: mientras morían negros en África, muy poca gente se interesaba por el tema, ahora que ha llegado a las puertas de nuestras casas, todo el mundo se siente impactado, se produce un alarmismo brutal. Estuve cubriendo el ebola en 1995 en el Zaire y fue el brote más mortal, estuve viendo morir a gente, estuve en los hospitales con los infectados y lo que ha ocurrido hace unas semanas es vergonzoso, es un alarmismo atroz impulsado por los medios de comunicación.
«El poder económico influye tanto que impone e impide que el repotaje del ebola se pueda ver un domingo»
El ebola blanco y el ebola negro
Sí, cierto. Estamos creyendo que lo que pasa en África no es nuestro problema. Somos egoístas. Evidentemente que ayudamos a las ONG, pero casi de forma automática. Cada enero nos llega el aviso del banco para aportar un dinero, cantidades ridículas porque nos sobran. Es una manera de salvar nuestra propia conciencia. Pero en general, los ciudadanos europeos, incluso los que han huído de ese mundo de miseria y conflicto, nos volvemos cada vez más egoístas. Intentamos poner una reja en nuestra conciencia, un muro que contenga toda esta violencia que viene de fuera en forma de migraciones que tienen que ver con la guerra. Si no hubiese guerra, no habría hambre; si no hubiese guerra habría mejores hospitales, si hubiesen mejores hospitales, no habría infecciones.
Sus exposiciones no dejan indiferente.
La gente que va a una exposición mia se puede emocionar frente a las imágenes, pero lo que importa es ¿qué hace después? si se deja arrastrar por una burbuja de mediocridad y consumismo. Ese es el problema. Siento un gran respeto por esa gente que viene a ver mis exposiciones o que compra mis libros. En mis conferencias soy muy claro: muestro las fotos tal cual. Luego se sale de la sala, vuelves a tu casa y ¿que pasa? Si pasara algo, pero ¿si no pasa nada? He fracasado.
«El ebola es un caso clarísimo: mientras morían negros en África, muy poca gente se interesaba por el tema, ahora que ha llegado a las puertas de nuestras casas, todo el mundo se siente impactado, se produce un alarmismo brutal.»
Pero sigue trabajando de lo mejor que sabe hacer.
El trabajo lo seguimos haciendo y es importante porque he tenido que hacer de portavoz de la familia de dos periodistas secuestrados en Siria y he podido ver cómo sufren los familiares. ¿Vale la pena poder ser secuestrado, poder morir, si luego tu trabajo no cambia nada? He visto esposas llorar, madres llorar, hijos sufrir, claro, yo también tengo una esposa y un hijo y ¿vale la pena?. Es la pregunta que me hago los últimos meses. Estoy muy influido por esa tarea que he hecho de ser portavoz de las familias de secuestrados y me ha servido para ver las cosas desde otro punto de vista, desde el de las familias de los periodistas.
¿Ha perdido algún compañero de trabajo?
Lo más duro que te puede pasar es tener que identificar el cuerpo de un amigo como tuve que hacer en Sierra Leona en mayo de 2000 cuando Miguel Gil murió en una emboscada. El peor día de mi vida profesional. La memoria de esas personas es la que me impulsa a seguir trabajando, porque si fuese por el nivel de periodismo que hay en España, haria tiempo que habria dejado de trabajar de periodista.
¿Cómo podemos dar más visibilidad a los trabajos de los fotoperiodistas que trabajan en zonas de conflicto, que arriesgan sus vidas para hacernos llegar lo que ocurre?
Cuando yo tenía 20 años creía que el periodismo podía cambiar el mundo. Hoy, a mis 55 años soy un periodista extremadamente crítico con mi profesión y tengo fama de ser bastante duro con el comportamiento de personas que están pisoteando los principios básicos del periodismo permanentemente. Es la catástrofe del periodismo español, la gran mayoría de empresas de comunicación están compradas por bancos, multinacionales. Ningún trabajo se ha publicado en ningún domincal sobre el ebola. Hay trabajos impresionantes y ningún medio de comunicación español se ha atrevido a publicar un domingo un reportaje de 10, 12 o 14 páginas. ¿Porqué? Porque las casas publicitarias presionan para que esos reportajes no vayan con sus anuncios.
«Pido respeto por las temáticas, no puedo aceptar que en una reunión de un periódico, un director pueda decir que «está harto de temas de negros» y que nadie de los que estaban allí dijera nada.»
¿Los medios de comunicación no son valientes?
Las empresas periodísticas son cobardes y están siempre vinculadas al poder político y al poder económico. La mayor parte son negocios y han pisoteado los principios del periodismo manteniendo unas relaciones impúdicas con el poder político y económico y el económico influye tanto que impone e impide que el repotaje del ebola se pueda ver un domingo. El domingo no es el dia de importunar al ciudadano. En este país sólo se compran periódicos los domingos, podrían poner en la portada una franja que dijera «de tal página a tal página no lo mire usted en domingo, pero mírelo el jueves». Los medios de comunicación se gastan lo que podrían pagar a un fotoperiodista por su trabajo en cenas y comilonas. No invierten en periodismo pero sí en comilonas. Sólo trabajo con medios que me tratan con respeto y a los protagonistas de mis historias, y he dejado de trabajar con medios por el mal comportamiento de algunos de sus directivos. Respeto por las temáticas, no puedo aceptar que en una reunión de un periódico, un director pueda decir que «está harto de temas de negros» y que nadie de los que estaban allí dijera nada. Ni un periodista que trabaja en un medio haya cobrado de un partido político. Y esto ha ocurrido. La situación del periodismo es lametable, el 95 % de los periodistas no tiene la culpa, son personas honestas, pero en muchos medios han echado a la calle a periodistas críticos con la linea editorial de los grupos de comunicación.
Si los medios generalistas no lo publican, ¿existe la posiblidad de que se publique en webs especializadas de fotoperiodismo? El mundo de internet es un mundo sin fronteras pero ¿quien paga los costes?
He tenido que poner freno a la bacanal de peticiones que me han llegado para ceder fotos en blogs de internet porque yo vivo de mi trabajo y tiene unos costes que tengo que asumir desde que salgo de casa hasta que vuelvo. He tenido que decir que no muchas veces y en los próximos tiempos nos tendremos que poner muy serios.
» La memoria de esas personas es la que me impulsa a seguir trabajando, porque si fuese por el nivel de periodismo que hay en España, haria tiempo que habria dejado de trabajar de periodista.»
Haga balance de su trayectoria como fotoperiodista, ¿Con que se quedaría?
Me quedo con los protagonistas. Hay personas que han permitido que me metiese en sus vidas, a fondo, que retratase sus vidas porque creían en lo que estaba haciendo, cuando he llegado a los sitios siempre les explico a los protagonistas, a los familiares, para que sirve mi trabajo, siempre pido permiso para trabajar, aunque tenga un papel de una institución que me permite ir con ellos, quiero que se involucren. Vale la pena trabajar por la generosidad con la que me han tratado los protagonistas de mis historias, personas que han visto desparecer a sus familiares y que han sufrido muchisimo me han permitido entrar en sus casas y documentar sus momentos mas intimos.
Fotos directas, palabras directas. Sin tapujos. Sin autocensurarse. Así se nos presenta Gervasio Sánchez, un periodista independiente en lo profesional y en lo personal. No se ata con nadie y expresa sus opiniones sin cortarse. Siempre de frente. Una voz y unos pensamientos sobre el periodismo, la fotografia, y el funcionamiento del mundo que merecen ser escuchados y recordados: como sus fotos y las historias que nos muestra. Para que después nosotros también nos movamos.
«He sido testigo, y estas fotos son mi testimonio.
Los acontecimientos que he fotografiado no seran olvidados y no deben repetirse «.
James Natchwey