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Humboldt y la ecología de los nuevos medios

If Humboldt were on Twitter today

Del templo mediático al jardín digital: cómo la visión del padre de la ecología y las ideas de Hamish McKenzie, Benjamín Labatut y Eli Pariser nos ayudan a imaginar un nuevo espacio público.

El 23 de junio de 1802, el naturalista, geógrafo, explorador y pensador alemán Alexander von Humboldt y su compañero Aimé Bonpland emprendieron el ascenso a un coloso: el volcán Chimborazo, en el actual Ecuador. Por entonces se creía que era la montaña más alta del mundo. Sin oxígeno ni equipamiento moderno, Humboldt alcanzó los 5.875 metros, una hazaña científica y humana sin precedentes. Pero más allá del logro físico, lo que movía a Humboldt era comprender cómo la vida se organiza en capas: cómo el frío, la altitud, las especies vegetales y el ser humano forman parte de una misma red vital.

Hoy, más de dos siglos después, estamos inmersos en otro tipo de ascenso: no a una cumbre geográfica, sino a un nuevo paisaje mediático que, como el Chimborazo, es complejo, inestable y lleno de posibilidades. En su artículo ‘From the Temple to the Garden‘ (2025), Hamish McKenzie, cofundador de Substack, propone una poderosa metáfora: hemos dejado atrás el “templo” de los medios tradicionales —jerárquicos, verticales, centralizados— y hemos entrado en el “jardín” digital, donde la voz se distribuye, la estructura se descentraliza y florece la diversidad.

Este tránsito se conecta directamente con la visión del mundo de Humboldt, quien fue pionero en pensar la naturaleza como un ecosistema interdependiente. La comunicación actual, si aspira a ser saludable, debe inspirarse en esa misma lógica.

El templo: orden sin diversidad

Durante décadas, el sistema mediático se parecía a un templo: ritualizado, vertical, excluyente. Solo unas pocas voces accedían al púlpito. Humboldt, en cambio, celebraba la diversidad como motor de la vida. Su célebre Naturgemälde representaba la montaña como un todo vivo, interconectado, en el que cada especie tenía su función. En un templo mediático, no hay biodiversidad comunicativa; solo doctrina.

Los medios tradicionales (TV, radio, prensa) funcionaban como un “templo”: jerárquicos, centralizados, ritualizados. Controlaban el acceso al debate público y transmitían una falsa sensación de orden y autoridad.

El caos como condición de evolución

La ruptura del modelo mediático tradicional ha abierto la puerta al caos. El derrumbe provocado por plataformas como Craigslist, Google, Facebook o Netflix nos ha llevado a un entorno donde la velocidad domina a la verificación y el conflicto desplaza a la reflexión. El acceso es más abierto, pero el poder permanece concentrado en manos de los grandes dueños de plataformas. Las redes sociales, los algoritmos, la viralidad y la fragmentación han borrado cualquier forma estable de autoridad.

Sin embargo, como sugiere Benjamín Labatut al narrar los descubrimientos científicos del siglo XX, el caos no es solo colapso: es también el punto en el que se vislumbran nuevas posibilidades. En la teoría del caos, los sistemas complejos —aunque parezcan desordenados— producen formas emergentes, inesperadas pero cargadas de sentido. El caos no anula el orden: lo desplaza hacia otro nivel, más frágil, dinámico y creativo.

Ese mismo principio puede aplicarse al ecosistema de medios. La descomposición del viejo “templo mediático” no significa el fin del periodismo, sino la apertura a un espacio en el que los relatos se redistribuyen, la autoridad se reconstruye de abajo arriba y la diversidad de voces puede convertirse en un nuevo patrón de legitimidad. Humboldt intuía que el desorden natural podía generar equilibrios dinámicos; Labatut nos recuerda que es precisamente en la incertidumbre donde nacen los relatos más fértiles. El desafío es aprender a leer el ruido, detectar los patrones y orientar ese caos hacia un espacio público más plural, resiliente y democrático.

La descomposición del viejo “templo mediático” puede ser el germen de un ecosistema distinto. Humboldt intuía que el desorden natural podía dar lugar a equilibrios dinámicos

Del ruido al nuevo orden

Aprender a navegar el caos mediático implica una nueva alfabetización. No basta con lamentar el ruido: hay que saber leerlo. El ruido contiene señales de cambio social que, si se interpretan con las herramientas adecuadas —desde el análisis semántico hasta la escucha digital— revelan qué hay detrás de las olas de viralidad. La clave está en distinguir lo efímero de lo estructural y comprender qué nos dicen esas turbulencias sobre los miedos, deseos y fracturas colectivas.

En la teoría del caos, incluso los sistemas más desordenados generan patrones. Lo mismo ocurre en el ecosistema de medios: las narrativas falsas, los pánicos morales o las oleadas de polarización no son accidentes, sino ciclos que se repiten. Identificarlos permite anticipar crisis y orientar el caos hacia un espacio público más plural, resiliente y democrático. No se trata de volver al viejo templo de autoridad centralizada, sino de construir legitimidad distribuida, basada en credibilidad, trazabilidad y comunidad.

Este paso del caos al jardín supone un cambio de mirada: de ver el desorden solo como amenaza a entenderlo como la condición que permite que surjan nuevos equilibrios. Igual que en la teoría del caos los sistemas complejos generan patrones inesperados, en el ecosistema mediático el ruido puede transformarse en diversidad organizada. El jardín digital de McKenzie no es la negación del caos, sino su domesticación: un espacio donde la energía dispersa se canaliza en formas de autonomía, comunidad y confianza compartida.

El jardín: una nueva ecología digital

McKenzie llama a imaginar un “jardín” digital: un ecosistema abierto, rizomático, donde los creadores tienen autonomía, las comunidades se organizan por afinidades, y la comunicación se basa más en la relación que en el impacto.

Este nuevo entorno se propone como un jardín, donde:

  • Florezca la biodiversidad de voces.
  • Los creadores logren autonomía económica.
  • Las comunidades puedan construir su propia cultura.
  • La confianza sea el eje central del sistema.

Esta visión también conecta con otro pensador contemporáneo, Eli Pariser, quien reclama la creación de verdaderos espacios públicos digitales. “Necesitamos espacios construidos con el espíritu de Walt Whitman”, escribió en 2020 en la revista Wired, “que nos permitan reunirnos, comunicarnos y compartir algo más grande que nosotros”. Pariser defiende en ‘To Mend a Broken Internet, Create Online Parks‘ que, al igual que los parques públicos del siglo XIX permitieron el encuentro entre clases sociales diversas, los nuevos espacios digitales deberían facilitar la pluralidad y el diálogo. Hoy en día, sin embargo, gran parte de nuestra vida digital transcurre en plataformas privadas diseñadas para captar atención, no para fomentar el bien común. Igual que Humboldt denunciaba los efectos destructivos de la intervención humana sin conciencia ecológica, Pariser alerta de los riesgos de construir la vida pública digital sobre infraestructuras controladas por intereses corporativos.

Cuidar el jardín

El jardín digital —como la naturaleza— no se autorregula mágicamente. Requiere cuidado, gobernanza y responsabilidad compartida. Igual que un bosque necesita de suelos fértiles y ciclos equilibrados, el ecosistema mediático necesita reglas claras, moderación ética y mecanismos para sostener la confianza. Pariser propone que estos espacios sean diseñados colectivamente, financiados con recursos públicos o comunes, y gestionados con la sensibilidad de un bibliotecario o un cuidador de parques, no de un ingeniero de crecimiento exponencial.

Cada clic como semilla

Humboldt sabía que todo está conectado: que las acciones en un lugar podían repercutir a miles de kilómetros de distancia. En el jardín digital, cada clic, cada suscripción, cada acto de atención es una semilla. Podemos alimentar la polarización o el encuentro; el monocultivo de opinión o la biodiversidad informativa. Hoy, cuando los algoritmos parecen llevarnos hacia la simplificación y la crispación, tal vez debamos volver a mirar como Humboldt: con una curiosidad radical, una ética del cuidado y una defensa apasionada de la complejidad. Frente a la lógica del templo y la lógica del caos, necesitamos construir jardines: espacios comunes, vivos, habitables. Ya lo hicimos una vez con parques y bibliotecas. Podemos volver a hacerlo. Pero esta vez, en digital.

El futuro de los medios no está determinado. Cada clic, suscripción o minuto de atención es una decisión sobre qué modelo queremos alimentar. En lugar de reforzar el caos, podemos cultivar un jardín de nuevas prácticas, culturas y relaciones.


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Miquel Pellicer

Periodista y antropólogo. Nacido el año en que murió Elvis. Educado en los medios de comunicación locales, es autor del blog MiquelPellicer.com. Actualmente, director de Estrategia Digital en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Anteriormente, director de Innovación de Interprofit; director de Estrategia y Comunicación en Grupo Lavinia. Otras palabras clave de su currículum: FC Barcelona, Mundo Deportivo, Ayuntamiento de Barcelona, Enderrock, Transversal Web. Galardonado en los Premios Blocs Catalunya 2010 y miembro fundador del BCN MediaLab. Autor de los libros 'Optimismo para periodistas' y 'La Comunicación en la era Trump'.

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