Kim Manresa: «El reportaje de la ablación de Kadi hoy no se podría publicar»
Editor’s Choice #49
Anárquico pero absolutamente concentrado en su objetivo. Kim Manresa no lleva reloj, no tiene twitter ni facebook, tampoco permiso de conducir y su teléfono móvil es un Motorola antiguo atado con una goma que sirve a veces para papeles a modo de agenda. Tampoco no tiene ninguna necesidad de estar conectado al mundo tecnológico y escasamente mira su correo electrónico. Hay cosas que vives de pequeño y conviertes en forma de vida: Joaquim Manresa (Barcelona, 1961) creció en Nou Barris donde había un nucleo de barracas del desarrollismo, de calles sin asfaltar y de inoperancia administrativa para solucionar los problemas de sus ciudadanos. Pero salió adelante, con 14 años cruzó Europa en Interrail, a los 16 estuvo a punto de ser fusilado porque creyeron que era un espía, se estrelló con un avión en Mauritania, le expulsaron de Cuba cuando hacía un reportaje sobre brujería y lo enviaron a Alemania del Este, tiene amigos en África, Asia y América y ha convivido con ellos conociendo sus vidas y sus anhelos. Vive al día y conserva una mirada vivaz con ánsias de conocer historias.
Acaba de publicarse el libro «Les barraques de Santa Engracia» (Ajuntament de Barcelona – The Folio Club – Assoc. de veïns de Prosperitat 9 Barris) que Kim Manresa disparó con sólo 14 años para reflejar lo que él vivía junto a sus amigos con una rudimentaria cámara de plástico pero con una humanidad del fotoperiodista que ya llevaba dentro (en una ocasión se subió a una farola para fotografiar mejor a sus vecinos y se le cayó al suelo rompiéndose – la comundidad realizó una colecta para comprar otra). Abarca el periodo entre 1973-1983 y muestra el estado de las «viviendas» donde convivían familias enteras, las manifestaciones y, finalmente, el derrumbe de las barracas. Un ejercicio de fotoperiodismo de gran nivel documental.
Su dilatada trayectoria desde que ingresó en el Tele/eXpress a los 15 años y posteriormente en ‘La Vanguardia’, le ha hecho digno merecedor de siete Fotopres, el Ortega y Gasset, del Agustí Centelles, el Godó de fotoperiodismo, del Visa d’Or del festival Visa pour l’Image de fotoperiodismo, del premio Derechos Humanos Ciudad de Gijón, del premio internacional UNICEF de periodismo, medalla de plata de la Society of Newpaper Desing de Photojournalism de Estados Unidos, premios del Ajuntament de Barcelona por trabajos fotoperiodísticos e incontables reconocimientos en Latinoamérica y África. Ha expuesto en medio mundo y es autor o coautor de 44 libros de fotoperiodismo.
Pero no va a recoger los premios: los acepta, da las gracias pero cree que él no tiene que ir a explicar nada. Allí están las fotos y sus historias y, cuando su padre vivía, lo enviaba a él y otras veces a amigos a recoger los premios. Tampoco se presenta a las exposiciones de sus reportajes.
Una especie de fotoreportero, documentalista gráfico o fotoperiodista pero sobretodo, un fotógrafo único con quien tuvimos la suerte de poder conversar durante un par de horas sobre sus historias del mundo. Simple y llanamente, un ser humano que se implica en los sueños de otros humanos desde que tenía 14 años mediante la fotografía, y que él sitúa en una lista de 15 prioridades como la 10ª. Antes está su hija de 8 años y otras cosas. Y nosotros que lo podamos disfrutar.
¿En que reportaje estás trabajando actualmente?
La UNESCO tiene entre sus objetivos, el de documentar el patrimonio de la humanidad a nivel arquitectónico, el de la bioesfera y el bien inmaterial cultural mundial. Me ha encargado un proyecto a largo plazo sobre los bienes inmateriales de la humanidad como son los silbadores de la isla de la Gomera, los hornos de la cal de Morón, la cetrería, els ‘castellers’, el canto de la Sibila de Mallorca o la Patum de Berga. Las máscaras de Hungría, las marionetas en Palermo o la pesca de gambas a caballo en Bélgica. También hago los textos. Ya se han publicado unos 25 capítulos sobre lo de la UNESCO en el Magazine. Nunca digo que voy para la UNESCO porque luego aparecen ministros y alcaldes que quieren darse publicidad y no lo soporto.
Además llevo un proyecto desde hace años sobre los premios Nobel. Tengo hechos 22 retratos de premios Nobel. Este es un proyecto que me lo busqué yo y voy viajando por el mundo para retratarlos. Tengo que hablar con los de ‘La Fábrica’ para la publicación y con el Caixaforum por si les interesa la exposición. También estoy haciendo un reportaje sobre Asia en Barcelona.
No tienes Twitter, ni Facebook, ni página web donde mostrar tus reportajes ¿Como consigues que se difundan?
Hay mucha tontería. Reconozco que no necesito hacer difusión de los reportajes porque algunos ya se publican en el Magazine. Hay otros medios de difusión y si no, me busco una editorial que quiera publicar un libro. A mi me gusta la montaña y voy a menudo al Aneto. Si me voy a mear ¿tengo que hacer la foto de «Kim Manresa meando» y luego colgarla? Yo sigo mi filosofía y muchos fotógrafos lo hacen para alardear de lo que hacen. A mi no me interesa. La gente se aburre muchísimo.
Sobre las redes sociales: «Si me voy a mear ¿tengo que hacer la foto de ‘Kim Manresa meando’ y luego colgarla?»
Existen varias plataformas de fotógrafos que se han unido para publicar los reportajes que realizan y que no tienen salida en periódicos o revistas. ¿Es otra forma de dar visibilidad a los reportajes sociales que quedan desestimados?
He trabajado con varias agencias pero hay ciertas prácticas que no me gustan. Entiendo la posición de estos fotógrafos pero yo trabajo por impulsos. La gente ya sabe lo que hago. Algo dentro de mi me dice que tengo que hacer un reportaje, me obsesiono con el tema, me implico, simpatizo con los retratados y si se alarga en el tiempo no me preocupa.
Gervasio Sánchez nos decía en la entrevista del Editor’s Choice #16 que hay directores de periódicos que no quieren publicar algunos reportajes en domingo porque no casan con la publicidad. ¿Te has encontrado alguna vez en este caso?
Muchas veces. Desde hace unos tres o cuatro años todo a cambiado. Solomente tienes que ver el magazine de El País. Antes tenían muchos temas sociales. Ya no lo hacen. El Mundo ya no saca nada, ABC tampoco. Ahora, el reportaje de la ablación de Kadi, lo de la prostitución infantil, las mujeres quemadas no se publicaría. Hay temas de África o de Latinoamérica que no interesan. Kadi tiene ahora 21 años y tiene una hija. Cada año le he hecho una fotografía, pero me dicen que «nadie se acuerda de Kadi«. Es un reportaje que ya está hecho y no quiero darle más vueltas.
¿Que temas te interesan a ti?
¡Hay un montón de historias que contar! Los fotógrafos buscan la historia más impactante, la que les puede dar algún premio. Estalla una guerra en cualquier país de Oriente Próximo o de África y todos para allí a hacer la foto más dura cuando alrededor de esa guerra existen muchas historias de personas que sufren las consecuencias, que intentan salir adelante. Soy fotógrafo pero me gusta la antropología, la astronomía, la botánica, y la fotografía me sirve para hacer todo esto que tanto me interesa como los retratos de premios Nobel.
«Soy fotógrafo pero me gusta la antropología, la astronomía, la botánica, y la fotografía me sirve para hacer todo esto que tanto me interesa como los retratos de premios Nobel»
¿Hay que ir a África para encontrar buenas historias?
No, en absoluto. En Barcelona hay buenos reportajes que se pueden hacer. Lo que veo de los reportajes, me aburre. Todos son iguales: el barrio Gótico y Miró. Me das un papel y te hago una lista de 40 reportajes que se pueden hacer. Aquí y en la periferia. Se han puesto de moda los colores saturados. ¡Venga! ¡Todos a saturar! Ahora todos son sobre los desaucios y los inmigrantes que no pueden pagar el piso en Ciutat Meridiana. Pero es que antes ya vivían allí y nadie les hacía caso. Hay muchos barrios de las ciudades que esconden tesoros en forma de reportajes de denuncia social como el Turó de la Peira: ahora es un lugar fantasma y nadie habla de este barrio. Para ser un buen fotógrafo también debes tener curiosidad.
¿Tu libro sobre las ‘Barraques de Santa Engracia’ que hiciste con 14 años refleja ese espíritu del fotoperiodismo de denuncia social que se ha perdido? ¿Ves alguna relación entre los desaucios de ahora con la lucha vecinal de entonces?
La única relación que veo es que las personas quienen tener un lugar digno donde vivir. La publicación del libro de las barracas surgió porqué me pidieron pemiso para poner una foto en una escultura para recordar el lugar donde estuvieron y les propuse editar el libro que ya se ha agotado. No sé hacia dónde va el fotoperiodismo, lo único que sé es que no me gusta la banalidad con que se tratan los temas porque estan ‘de moda’ o porque ahora se habla de ellos.
«Sigo haciendo los reportajes con cámaras que me cuestan 50 o 100 euros. Voy al ‘Cash Converters’, compro una cámara de segunda mano y cuando acabo el reportaje, la regalo. La técnica me importa un bledo, sólo quiero contar historias. Me implico mucho en cada reportaje, sobretodo los de derechos humanos, costumbres de la gente»
¿Como definirías tus reportajes? ¿Cuáles son los fotógrafos que te gustan?
Mis reportajes son como la vida, destartalada, de recortes, yo no quiero que sean perfectas y que estén bien encuadradas. Sobre los fotógrafos, no te puedo decir ninguno porque soy fatal para recordar nombres. Hay pocos fotógrafos que crean realmente en lo que hacen, que se puedan implicar. Hay algunos muy buenos sobretodo en África y Latinoamérica porque no han sido contaminados por la tontería de la tecnología. Son puros y sus reportajes también. El festival de fotografía de Bamako es un ejemplo. Consiguen retratar las esencias del fotoperiodismo. Hasta los estudiantes de periodismo van muy faltados: en una charla no conocían a Agustí Centelles o Perez de Rozas. Antes los fotógrafos creían en lo que hacían, Koudelka, Smith o Capa son lo que son porque creían en lo que hacían, en el valor testimonial a diferencia de ahora que muchos van a las zonas de conflicto como una emoción, para la adrenalina.
Pero tenemos una buena generación de fotoperiodistas
Si, claro, hay muchos. Pero son los que se lo han currado desde abajo. Cuando viajo para hacer un reportaje, a veces me preguntan cuanto me pagan. Yo no voy por el dinero.
Cuando disparas las fotos, ¿cómo marcas el límite de la implicación?
A medio camino. Te implicas para que las fotos reflejen lo que muestra la escena. Hay que recuperar los valores humanos de la fotografia.
«He estado en campos de refugiados y cuando veo que los fotógrafos bajan del helicóptero como si fuesen ‘Rambos’ con sus equipos de 3.000, 5.000, 8.000 euros, tumbándose al suelo y buscando la foto más espectacular, me da pena. Si la escenografía ya está hecha, no es necesario recrearse en su miseria»
En la entrevista a Frédéric Noy, también nos contaba que retrata el día a día de la vida en África.
Estoy haciendo también un libro sobre África. Es un recorrido a pie desde Tetuán hasta Suráfrica. He estado en 50 países africanos y me han contado sus historias cotidianas.
Uno de tus libros es sobre las escuelas del mundo, ¿qué has encontrado en ellas?
Como yo no he estudiado, me ha interesado siempre mucho la educación. En cada sitio que he ido he hecho una escuela, en sitios alejados de la civilización donde los niños también tienen derecho a aprender. En una escuela de Sbrenica que estuve 15 días retraté a los niños que habían sufrido la guerra de los Balcanes. Hay una foto de dos niños abrazados cuyos padres habían luchado en bandos diferentes. En Colombia, retraté a los músicos que habían huido de la guerra y como volvían a su pueblo, a la escuela. Dario Fo o Saramago entre otros hicieron los textos y la idea de retratar premios Nobel surgió de allí. También hago casas de adobe o rios, aunque la gente no conoce estos trabajos. Abarco muchos temas: desde la prostitución infantil, la malaria, los derechos humanos o la noche y sus personajes. Hasta hice un reportage sobre el toro de Osborne.
¿El toro de Osborne?
Sí. Me encargaron un reportaje sobre la figura silueteada del toro de Osborne por toda España. Y me pregunté: «¿Y ahora como lo hago?». Pues me dediqué a buscar la gente que vivía debajo del toro. Y ya está. Me refiero que de cualquier cosa se puede hacer un reportaje si te implicas. No hay ni mejores ni peores temas. Es la idea que quiere expresar cada uno.
¿Cómo te ves dentro de unos años?
Estoy más cerca de los 60 que de los 50. He hecho más de 1.000 exposiciones y publicado 44 libros. Estoy haciendo más de diez proyectos a la vez. Todavía no es hora de descansar. Con mi hija hemos hecho el libro de las muñecas del mundo. De todos los sitios donde he estado le he traído una muñeca, tiene más de 700. Ella se ha inventado cuentos de algunas muñecas, de como juegan las niñas de otros países y hemos publicado un libro.
«He hecho más de 1.000 exposiciones y publicado 44 libros. Estoy haciendo más de diez proyectos a la vez. Todavía no es hora de descansar»
También publicaste un libro sobre la Fundación del FC Barcelona
Siempre me he dedicado a los temas sociales. Donde naces, te marca muchísimo. El trabajo de la Fundación del FC Barcelona me llevó a muchos países donde, mediante el deporte, se ayuda a los niños a salir un poco del entorno poco saludable en el que viven como la recuperación de niñas prostituidas, niños que buscan comida en vertederos de basura, un trabajo conjunto con las escuelas Xics. Hicieron la exposición en el Museu del Barça, fue Messi y yo no fui.
¿Cómo ves el mundo del fotoperiodismo?
Occidente vive dentro de una burbuja. Antes los medios de comunicación estaban al servicio del lector. Ahora, ya pertenecen a grandes grupos empresariales que reciben presiones políticas y económicas.
¿Te sientes más protegido haciendo fotos?
No.
¿Llevas una cámara encima?
No. No estoy obsesionado todo el día haciendo fotos. Solamente cuando tengo que hacer un reportaje. Me agobiaría, me moriría. Yo no quería ser fotógrafo. Empecé haciendo las fotos de las barracas porque era lo que vivía cada día. Tengo dos ventajas: puedo dormir en cualquier sitio y puedo comer cualquier cosa. También odio llevar maleta.